jueves, 23 de junio de 2016

Escribe de amor me dijo....


Escribo de un amor que no se conforma con las reglas de este mundo. Un amor que se ríe de los relojes, que no entiende de tiempos exactos pero sí de momentos perfectos. Es ese amor que te espera en la esquina de una calle desconocida, que te mira a los ojos y te invita a seguir caminando, juntos, aunque no sepas a dónde.

Escribo de un amor que, a pesar de la distancia, construye puentes con palabras. Palabras que se transforman en abrazos cuando los kilómetros nos separan. Es un amor que, aunque empezó como un fuego voraz, ahora se mantiene con una llama constante, una llama que no se apaga, aunque el viento sople fuerte.

Es un amor que no necesita de reglas para existir. Un amor que nos permite ser libres, pero que siempre encuentra su camino de regreso al otro. Escribo de un amor que se nutre de diferencias, de culturas lejanas, de pasados que parecían imposibles de unir. Y sin embargo, aquí estamos, construyendo nuestra propia verdad, nuestra propia historia.

Escribo de un amor que, al principio, fue de mentiras, de miedos, de dudas. Pero esas mentiras se transformaron en verdades tan puras que se reflejan en mi alma. Un amor que no necesita de castillos ni de cuentos de hadas, porque nuestra historia se escribe en los pequeños gestos, en los detalles que solo nosotros entendemos.

Es un amor que no pide palabras, porque se instala en el corazón con un solo beso. Es un amor de tierras ajenas, de aventuras nuevas, de cuentos que nunca terminan. Y aunque la soledad a veces nos toca, siempre encontramos el camino de vuelta el uno al otro.

Escribo de mis errores, de mis tropiezos. Pero también escribo de cómo aprendí a levantarme, de cómo juntos construimos algo más grande que nosotros mismos. Escribo de un amor que se eleva, que siente el viento en sus alas y que crece, incluso cuando no estamos volando. Un amor que se prometió sin necesidad de promesas, que se comprometió en el reencuentro y que encontró su lugar en el firmamento.

Este amor es caprichoso, valiente, lleno de entendimientos que solo nosotros compartimos. Es un amor que brilla en los ocasos y oscurece los amaneceres, pero que siempre encuentra la manera de contemplarlos juntos. Escribo de un amor que se hace canción, que resuena en mi alma y que seguiré escribiendo hasta que la vida me lo permita.

Por: Juan Camilo Rodriguez .·.


Oda a la muerte....


La vida. Ese misterio insondable que, al principio, nos envuelve en una carrera frenética por encajar, por sobrevivir. Pero, ¿cuándo fue que empezamos a preguntarnos por qué? ¿Cuándo nuestros pasos dejaron de ser meros movimientos mecánicos para convertirse en una búsqueda de sentido? Vivimos llenando nuestros días de cosas, de lujos, de una falsa seguridad que nos hace creer que estamos a salvo de lo inevitable. Pero, ¿realmente lo estamos?

Al final, todos somos sombras del pasado, arrastrando culpas que no nos pertenecen, brillando como diamantes en la oscuridad, tratando de dar sentido a nuestras pasiones, a nuestros desmanes. Y mientras corremos tras el éxito, tras el reconocimiento, nos olvidamos de preparar esa última partida. La muerte, silenciosa y paciente, nos espera en el umbral. Y cuando llegue, ¿estaremos listos?

El vivir, en su incesante avance, silencia nuestras preguntas más profundas. Nos distrae con el "cómo" y el "cuándo", mientras que el "por qué" y el "hacia dónde" permanecen en las sombras. Pero esas preguntas, aunque las evitemos, siguen ahí, latentes, esperando el momento de ser respondidas.

Es irónico, ¿no? Pasamos la vida acumulando cosas, rodeándonos de comodidades y apariencias, pero cuando llegue el momento, no podremos llevarnos nada de eso. Ni el dinero, ni los títulos, ni las posesiones. Solo quedará la esencia de lo que fuimos, de lo que hicimos, de lo que amamos.

Y entonces, en ese último suspiro, nos daremos cuenta de que la verdadera riqueza no está en lo que tenemos, sino en lo que somos. En cómo vivimos, en cómo amamos, en cómo enfrentamos nuestros miedos y abrazamos nuestras pasiones. Porque al final, lo único que nos llevaremos será eso: la experiencia de haber vivido plenamente, de haber amado sin reservas, de haber sido fieles a nosotros mismos.

Así que, mientras estemos aquí, vivamos con la consciencia de que cada día es una oportunidad para ser más, para amar más, para preguntarnos más. Porque, aunque la muerte nos recuerde que "hasta aquí fue", lo importante es lo que hicimos hasta llegar a ese punto. Y si lo hicimos bien, no tendremos miedo de lo que venga después.



Por: Juan Camilo Rodriguez .·.


El Amor Verdadero...



El amor verdadero, ese enigma que tantos intentan descifrar, se murmura en las esquinas de las calles, se escribe en versos y se pinta en lienzos. Pero, ¿cuántos realmente lo sienten? ¿Cuántos permiten que esa fuerza ancestral los atraviese, los desarme y los reconstruya? Porque el verdadero amor, ese que no se encuentra en cualquier esquina, no es solo palabras dulces ni caricias suaves, es un huracán que te transforma de adentro hacia afuera. Un río que arrastra con todo lo que eras para dejarte, al final, siendo alguien nuevo.

Amarnos a nosotros mismos. Ahí radica el primer paso hacia ese amor que no conoce límites. Porque, ¿cómo podemos esperar que otro nos ame si nosotros mismos no somos capaces de mirar nuestro reflejo con ternura, con perdón? Perdón por todas las veces que hemos caído, por las promesas que no cumplimos, por los errores que cargamos como piedras. El verdadero amor empieza cuando somos capaces de soltar esas piedras, de liberarnos de esos lastres que nos impiden volar.

El amor verdadero no es fácil, no es un cuento de hadas donde todo es perfecto. No. Es reconciliación constante, es la unión de dos almas que, aunque diferentes, se complementan. Es escuchar con el corazón y no con la mente, sin juicio, sin críticas. Es saber que el tiempo no lo define, pero que en él perdura, como una melodía suave que resuena a lo largo de los años.

No se compra, no se vende, no se reemplaza. Es un amor que se enraíza en lo más profundo, que no se cansa de buscar la mejor versión de sí mismo. Porque el amor verdadero, aunque imperfecto, siempre puede ser mejor. No necesita ser perfecto, solo necesita ser real, tangible, aunque a veces parezca un sueño del que no queremos despertar.

Este amor es una paradoja, un libro en blanco donde las palabras se escriben solas, sin orden, sin razón. Es un caos hermoso, indeducible, irracional. Pero, en ese desorden, encontramos un hogar. Un lugar donde podemos ser nosotros mismos, con nuestras luces y nuestras sombras, y aún así, ser amados.

El verdadero amor está en cada día, en los pequeños detalles, en las miradas que hablan sin palabras, en los silencios que no necesitan ser llenados. Está en la paciencia, en la compasión, en la capacidad de ver más allá de las imperfecciones y encontrar belleza en lo que otros considerarían defectos.

Así es el amor verdadero. Un viaje sin mapas, sin rutas definidas, donde cada paso es una lección, cada caída es una oportunidad para levantarse. Es un viaje que nunca termina, porque cada día hay algo nuevo que aprender, algo nuevo que amar.

Un viaje que trasciende el tiempo, que vive en las fantasías, pero que se siente en lo más profundo de nuestro ser. Porque, al final, el amor verdadero es el único que tiene la capacidad de trascender, de permanecer, de vivir en nosotros, en cada latido, en cada suspiro.


Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

En la prisión de lo humano...


En la prisión de lo humano...





En la prisión de lo humano, los barrotes de la razón encarcelan al corazón. Nos movemos en una rutina que se convierte en días, y esos días escriben nuestros años. Los profetas de dioses, que alguna vez fueron símbolos de esperanza, se transforman en lacayos de un sistema que nos oprime.

Cada día, cuento mis penas, olvidando las quejas. En esta prisión, la vida nos añade barrotes y cadenas con formas de religión, política y consumo. ¿Será la muerte una llave a la esclavitud o tan solo una entrada para profundizarla? Me pregunto mientras las noches se alargan y los días se acortan.

Barrotes de fe, esclavitud de dioses. Promesas incumplidas, esclavitud de decepciones. El ego nos esclaviza con el poder, y los recuerdos nos encadenan a cosas que no se realizaron. La vida misma se convierte en un carcelero, esclavizando nuestros pasos y encerrando nuestras ideas.

Anhelamos la libertad de hechos, la libertad de verdades, la libertad de creencias. Pero en esta prisión de lo humano, solo los sueños parecen liberarnos.

Siento el peso de los días sobre mis hombros, cada uno marcado por la rutina y la monotonía. Despierto y veo los mismos muros, las mismas caras, los mismos sueños sin realizar. El aroma del café matutino es una constante, una pequeña chispa de normalidad en un mundo de incertidumbre.

Mis pensamientos son un torbellino. ¿Cómo es que llegué aquí? La fe, que alguna vez fue un faro de esperanza, ahora se siente como una cadena. Las promesas rotas, los sueños incumplidos, todo se acumula, formando una prisión invisible pero tangible.

El viento sopla suavemente a través de la ventana, trayendo consigo el aroma de la libertad que nunca he conocido. Me pierdo en los recuerdos de lo que podría haber sido, de las oportunidades que dejé pasar, de los caminos que no tomé.

Los dioses que alguna vez adoré ahora me parecen distantes, indiferentes a mis luchas. Las voces de los profetas resuenan en mi mente, pero sus palabras han perdido su poder. El ego, ese cruel maestro, me empuja a buscar más, a nunca estar satisfecho.

Mis pasos son pesados, cada uno cargado con el peso de las decisiones pasadas. Me muevo a través de los días como un espectro, buscando una salida, una grieta en los muros de mi prisión.

A veces, en la quietud de la noche, cierro los ojos y sueño. Sueño con un mundo sin cadenas, sin barrotes. Un lugar donde puedo ser verdaderamente libre, donde mis ideas pueden volar sin restricciones, donde mi corazón no está encarcelado por la razón.

Me pregunto si alguna vez encontraré esa libertad, si alguna vez romperé las cadenas que me atan. Pero hasta entonces, seguiré soñando, seguiré buscando. Porque en la prisión de lo humano, los sueños son mi única escapatoria.

En este rincón de la existencia, donde los días se confunden con las noches y la esperanza parece un susurro lejano, me aferro a los sueños. Son mi refugio, mi escape, mi promesa de libertad en un mundo de esclavitud. Y mientras haya sueños, habrá una chispa de esperanza en la prisión de lo humano.



Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

Volver a la Fuente: Reflexiones de un Alma Errante..

Volver a la Fuente: Reflexiones de un Alma 

Errante..




Volver a la fuente, como hijos de luz, es un viaje intrínseco y misterioso. En la arquitectura indescifrable del universo, formamos humanidad sin llegar a universalidad. Somos un punto finito, pero el espíritu lo hace infinito. Navegamos la vida, y sin darnos cuenta, la vida empieza a vivirnos.

Muchos olvidan su esencia, cegados por el dinero, el poder o el placer. Beben del vino, esperando olvidar el camino truncado que algún día deberán retomar. Otros siguen caminos religiosos, cegando su fe en libros que predican evitar el pecado para alcanzar la existencia eterna.

Yo, en cambio, miro a mis demonios a los ojos. No olvido su existencia, pues en ellos encuentro sentido a mi vivir. Hablan del bien y el mal, y al final, discernir es lo que cuenta. Juzgar nos permite pensar en lo que es bueno y continuar. Pero nada garantiza que de un pensamiento surja una realidad universal ni un designio popular, solo en el paso del karma dejaremos de buscar.

Nos preguntamos sin cesar quiénes somos y hacia dónde vamos. Nos llenamos de realidad, fe o soledad. Pensamos, vivimos y sentimos, pero aun así, la vida se nos agota sin parar.

Fe, destino o realidad, no sabemos qué escoger. Pero en vida, siempre podemos resolver. Será el destino entonces quien guíe el recorrer, y nosotros construyamos un presente y un ayer.

En una noche silenciosa, en medio de un desierto bajo un cielo estrellado, siento la inmensidad del universo. El aire fresco acaricia mi piel, trayendo consigo el olor a tierra y a misterio. Las estrellas titilan como luces lejanas, recordándome lo pequeño y finito que soy.

Me siento en una duna, el viento sopla suavemente, y mis pensamientos se vuelven hacia el pasado, hacia los caminos que he tomado y los que he dejado de lado. Me pregunto sobre el sentido de todo esto, sobre las decisiones que han marcado mi vida.

El sonido del viento en el desierto es como un susurro, un eco de mis propios pensamientos. A lo lejos, las montañas se alzan como sombras misteriosas, guardianes de secretos antiguos. Siento una paz extraña, una conexión con algo más grande que yo.

En mi mente, imagino los rostros de aquellos que he conocido, las experiencias que he vivido. Recuerdo las risas, las lágrimas, los momentos de soledad y de compañía. Todo parece tan fugaz, tan efímero.

Cierro los ojos y dejo que mis pensamientos fluyan. Siento la energía del universo, la conexión con todo lo que existe. Me doy cuenta de que, a pesar de todo, soy parte de este vasto misterio, una chispa en la oscuridad.

La vida es un viaje, un constante descubrir y redescubrir. Nos movemos entre la luz y la sombra, entre el conocimiento y la ignorancia. Cada día es una oportunidad para aprender, para crecer, para acercarnos un poco más a la verdad de nuestra existencia.

Hay momentos en los que me siento perdido, sin rumbo. Pero luego, algo me recuerda que no estoy solo, que hay una fuerza que me guía, que me sostiene. Esa fuerza es el amor, la esperanza, la fe en que hay algo más allá de lo que puedo ver.

Al final del día, me doy cuenta de que la vida no se trata de encontrar todas las respuestas, sino de hacer las preguntas correctas. Se trata de vivir con autenticidad, de amar sin reservas, de ser fiel a uno mismo.

Y así, sigo adelante, un paso a la vez, confiando en que el camino se revelará ante mí. Porque al final, lo que realmente importa no es el destino, sino el viaje.



Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

El Camino del Destino: Reflexiones de una Existencia



El Camino del Destino: Reflexiones de una 

Existencia






¿Cómo explicarlo? ¿Cómo vivirlo, entenderlo, o creerlo? Si la mente es nuestra fuente y la vida y la muerte son parpadeos independientes pero muy conscientes. Todos traemos un camino y un destino, desconocido e igual de intrínseco. La vida nos lleva con brújula cierta, para que asumamos la faena. ¿Cómo superarlo o rechazarlo? Ha sido tema de ínfimos libros, culturas y filosofías, pero ni los ateos ni los crédulos han escrito algo realista que descifre el destino de manera cierta.

Algunos vivimos cuestionándonos. Otros, nos esforzamos sin cesar. Algunos nos imaginamos caminos inciertos, extraños, mientras otros simplemente los escribimos y terminamos soñándolos.

Pensamos y creemos que a vivir hemos llegado, pero muchas veces terminamos huyendo, refugiados en una realidad que no esperábamos vivir. ¿Cuál es el camino cierto o indirecto? A veces anhelo un simple pensamiento sin cuestionamientos, sin advenimientos. A veces desearía disfrutar sin conocimiento o visualizar la vida con una óptica más simple.

Esclavo de libros, proyectos e ideas que se cuestionan, hasta que la más fuerte sobreviva. Así se desenvuelve el dilema de existir viviendo o simplemente existiendo. ¿Cuál es el camino verdadero? Creo que todos aquellos que conduzcan a conocer el final tienen validez.

Seré, o me esconderé. Viviré o sentiré, no sé cuál decida o cuál escriba. Tal vez solo deba aprender que la vida termina y que solo la soledad decida. Solo quiero que no sea lo banal lo que me extinga, sin haber vivido lo que se predestina. Sé que al final viviremos solo lo que el destino puso escrito en nuestro camino...

En la quietud de una noche sin luna, en medio de un bosque cuyas sombras se alargan y se mezclan con el silencio, un hombre se sienta junto a un fuego tenue. El crepitar de la madera y el aroma de la resina quemada llenan el aire. Sus ojos reflejan las llamas, mientras sus pensamientos viajan por caminos inciertos y extraños. ¿Qué es la vida? ¿Qué es el destino? Un suspiro escapa de sus labios, llevándose consigo las preguntas sin respuesta.

En el fondo, el viento susurra entre las hojas, contando historias de aquellos que han pasado antes. La piel del hombre se eriza con el frío, pero también con la emoción de las ideas que le recorren como electricidad. Cierra los ojos, y en su mente, ve caminos que se bifurcan, decisiones que se desvanecen en la oscuridad. La incertidumbre es una compañera constante, una amante esquiva.

La vida, piensa, es una serie de encuentros fortuitos, de momentos efímeros que se entrelazan para formar una narrativa única. ¿Pero quién escribe esta historia? ¿Es el destino una fuerza implacable, o somos nosotros quienes tejemos el hilo de nuestra existencia? En el calor del fuego, encuentra una efímera respuesta. No importa el final, sino el viaje, los pasos que damos, los sueños que perseguimos, las lágrimas y las risas que compartimos.

El hombre abre los ojos y ve las estrellas titilando en el cielo, recordándole que incluso en la vastedad del universo, su vida tiene un propósito. No es el conocimiento, ni la riqueza, ni siquiera el éxito lo que define su camino, sino la pasión, la energía y el amor que pone en cada paso.

Con una última mirada al fuego que se apaga, se levanta, listo para enfrentar el nuevo día, con todas sus preguntas y misterios. Porque al final, vivir es abrazar lo desconocido, es sentir cada latido del corazón como un poema, una declaración de existencia, una danza con el destino.



Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

El Milagro de Tu Llegada....

El Milagro de Tu Llegada....




Un mundo nuevo por descubrir, uno en el que querrás vivir, un amor ilimitado de padres que te guiarán en cada paso que des.

Lo mejor de dos mundos, lo destacado de tus padres, una versión mejorada que te permitirá llegar a lugares inimaginables.

Imagino tu cara, veo tus gestos, percibo tus movimientos. Siento el llamado de mi corazón a ser padre y hacer de este lugar tu hogar.

Espero con ansias este nuevo rol, aún extraño, sabiendo que no estoy solo porque tú estás aquí. Paso a paso, voy a hacer de este espacio un refugio para ti.

En caminos lejanos dejé mi hogar, y ahora encuentro uno familiar, uno que he esperado para pronto formar contigo. Juntos, construiremos nuestro nuevo hogar.

El tiempo se cuenta en días, un infinito esperar que se colma de orgullo al saber que seremos padres. Un sinfín de dudas recorren mis pensamientos, desatadas por cada uno de tus movimientos.

Sé que pronto llegarás, y me esfuerzo sin parar para arreglar el hogar. Tanto que enseñarte sobre nuestra realidad, y tanto que aprender de tu verdad. Esperando ansioso la fecha, pienso sin cesar en cuándo llegarás. Sé que juntos recorreremos el mundo, y guardo estas últimas líneas para escribir sobre el día en que nacerás. Con tu mami, en ansias, esperamos tu llegada...

Días calurosos acompañados por un aire acondicionado descompuesto, que en sus últimos esfuerzos nos daba un tenue frío que desaparecía en los días soleados. Así pasaban esos días previos a tu llegada, faltaban solo días, tal vez horas. La tensión nos observaba en las cálidas noches, y en el día se reflejaba en diferencias entre tus progenitores. Tu llegada colmaba de emociones y sensaciones esos días. El nido estaba listo para ti, pero el mundo se detenía en la ansiedad.

Finalmente, los llamados están aquí, el momento indicado también. Las horas pasan mientras tu mami está dando a luz. Pronto llegarás, tal vez en unas horas nada más. Ahora que te conozco, descubro por qué mi mundo iba a cambiar.

Juan Camilo Rodriguez Garcia .·. 

El Último Lucky Strike: Un Encuentro al Amanecer


El Último Lucky Strike: Un Encuentro al Amanecer..




Fumaba el último Lucky Strike, ¿cuántos habré compartido? y ¿cuántos acompañaron palabras que, como el humo, se esfumaron en la noche? Tal vez llevaba ocho o diez cervezas, ya no importaba. El mareo hacía su presencia. Pensaba en esa solitaria y ahogada madrugada, mientras el tiempo corría en tragos, canciones e introducciones fallidas. Una noche más perdida. El amor se escondía en sus retos y laberintos cada día más escuetos. Tal vez esperaba el momento indicado, o tal vez no existía. Quizás sería un solo gesto, pero aún no tenía aquel secreto. Y como ese último cigarro, el tiempo desaparecía en mis manos, arrebatando su sabor y la ilusión.

Entre momentos intrínsecos y espontáneos, se conformó aquella corta conversación. No recuerdo si existió tiempo o si el último Lucky lo marcó. Solo sé que su nombre fue lo segundo que escuché: "Me llamo Carol," dijo, y sin medir, respondí: "Tal vez puedes decirme Fermín." Ella, con una segunda mano, me preguntó: "¿Puedo sentarme aquí?" Sin pensarlo, le hice espacio, quitando el viejo libro de Moby-Dick, y ahí mismo preguntó si ya sabía el fin. Con extrañas palabras, le respondí: "Comencé por el fin," y sorprendida, rió: "¿Lees como chino o japonés?"

Carol prosiguió con risas, diciendo que era irónico pensar, y más mirando atrás, en la realidad de cazar y creer que el hombre aún lo necesita para demostrar su virilidad. "Qué equivocados están," cerró. Me sorprendía su narrativa y los viajes sin destino que compartía. Mientras yo, acompañado por el gordo de la barra que solo miraba su celular, pensaba en el destino que debía tomar. Música, política, incluso hogar, cuando ella irrumpió, pidiendo un Campari al barman.

Inició su charla al margen, sin saber que explayaría su lírica. Esa noche, compartía su desamor conmigo. "Estoy seca de tanto llorar," dijo. Pensé en cambiar de tema, pero ella insistente, continuó. Mi mente irreverente pensaba que todo aquello quedaría atrás cuando mi historia le contara. Tomó su primer trago, y su narrativa brilló como su vestido de satín: "Supuestamente, el amor te haría feliz, y ahora el mismo amor me dejó sola como una aprendiz, venciendo mi confianza que le ofrecí." ¿Cómo acompañar esas palabras? Sus ojos ya no lloraban por dolor, sino por aceptación.

Interrumpió de nuevo: "Pero no creas que esto es una novela mexicana, así que olvida mi desdicha que ya no me inspira." Como un cuchillo, cortó el tema cuando una canción comenzó a sonar. No sé de dónde vino, pero "Sweet Child of Mine" cambió la atmósfera, dándole una sonora armonía.

El cigarro dejaba solo sus vestigios y yo, insistente, quería aprender más de ella. Se movía de Coelho a Neruda, del Peloponeso a un libro extenso. Era una enciclopedia de vida, y a sus cortos 40, sus miradas simpatizaban.

El amor era una ruleta y la vida, el azar que jugaba con mis días. En minutos, desapareció de mi vista, cuando su vejiga buscó su meta. Solo dejó una nota: "Fue una buena charla al amanecer, y tal vez te vuelva a ver." Y así, se desvaneció en la multitud como el humo en ese amanecer...


Por: Juan Camilo Rodriguez .·.



El Viaje de la Duda y la Esperanza.....


En la Encrucijada del Alma: El Viaje de la Duda y la Esperanza....




A veces, la rabia me consume, una impotencia que se aferra a mi ser como un amante celoso, reclamándome. Otras veces, es una sensación más tenue, como un murmullo constante en la mente que cuestiona cada movimiento. ¿Cómo puedo navegar este tumulto cuando ni siquiera sé cómo sentirlo? Las olas del juicio golpean mi barca, mostrándome un destino ineludible, inescapable.

A veces, me pregunto si es solo cansancio, una fatiga que arrastra mi alma al borde de la desesperación. Tal vez, es la realidad, cruda y despiadada. Mis manos, esas extensiones de mi voluntad, a veces parecen desbordarse de inexperiencia, torpes y vacilantes. Escucho voces que dicen que es natural, que todo pasará. Pero también están aquellos que susurran lo contrario, sembrando dudas como semillas en un jardín de incertidumbre.

Navego en un mar negro, sin rumbo, sin esmero. Las estrellas, esos destellos de esperanza, a veces son lo único que me mantiene a flote. Verlo, simplemente verlo, me hace entender que mi vida está cambiando, iluminada por destellos efímeros que me revelan nuevos horizontes.

Quisiera atesorar los momentos, guardarlos como joyas en el cofre de mi pecho, para no perder nunca su brillo. El tiempo, ese amante caprichoso, pasa tan rápido que a veces todo lo que veo son reflejos, sombras de lo que fue. Dicen que los buenos momentos son solo sueños, efímeros como el rocío de la mañana. Al despertar, nos encontramos en otra realidad, una menos amable, menos indulgente.

Los buenos llegan lejos, dicen, abrazan verdades que yo apenas puedo vislumbrar. Pero muchos de nosotros nos quedamos atrapados en sueños no realizados, viviendo en la promesa de un mañana que siempre parece estar más allá del horizonte.

Y en esa duda, en esa incertidumbre, en esa danza entre la luz y la sombra, me pregunto... ¿Y si no soy capaz?

Ahora, visualiza esto en una imagen en blanco y negro: una figura solitaria en medio de un vasto océano nocturno, las olas reflejando destellos de estrellas lejanas. La figura está de pie en una barca pequeña, con las manos extendidas, intentando atrapar esos destellos, mientras sombras de dudas y juicios se arremolinan a su alrededor. La expresión en su rostro es una mezcla de determinación y vulnerabilidad, atrapada entre el anhelo de alcanzar la luz y el peso de la incertidumbre.

Juan Camilo Rodriguez Garcia .·. 


El Eco del Tiempo en la Existencia...

 El Eco del Tiempo en la Existencia...




El tiempo es un regalo, ¿verdad? Un obsequio que nunca sabemos de dónde vino, pero estamos seguros de que no nos pertenece. Es curioso cómo algo tan intangible puede regir nuestras vidas con tanta precisión. A veces, me siento como un peón en un tablero de ajedrez que no puede ver las manos del jugador que lo mueve.

El tiempo es oro, o al menos eso dicen. Pero, ¿de qué sirve ese oro si no puede hacernos ricos? Lo que ganamos al usarlo es siempre prestado. Piensa en esto: trabajamos horas interminables, ganamos dinero, compramos cosas. Y al final, todo lo material que obtenemos con nuestro tiempo se desvanece. Todo vuelve al polvo, y nosotros con él.

Un buen libro, eso es lo que es el tiempo. Uno que nunca terminaremos de leer. Sin prólogo, sin final, con capítulos a medio escribir y páginas arrancadas. Escrito está, en algún lugar, pero no para nosotros.

Nos hace crecer, desarrollarnos, y en el mismo aliento, agota nuestra existencia. Cada segundo que vivimos, también morimos un poco. Es una paradoja, ¿no? Nos enseña con una mano y nos quita con la otra. Y así, el tiempo se convierte en nuestro mejor maestro, enseñándonos lecciones que ni siquiera sabíamos que necesitábamos aprender. Decidimos las clases, pero él siempre tiene la última palabra.

El momento de nacer siempre sabe la hora de partir. Pero, astuto, lo oculta para que podamos aprender el arte de decidir. Cada decisión que tomamos es un susurro en el viento, una marca en la arena que pronto será borrada por las olas del tiempo.

El tiempo nos extingue, nos apaga, pero siempre conserva su llama. Un fuego eterno que arde mientras nosotros, meras chispas, nos desvanecemos. No juzga nuestras acciones; solo las observa con paciencia infinita. Nos deja hacer y deshacer, sabiendo que, al final, todo sigue su curso.

Nos arruga el cuerpo con la misma fuerza que marchita un árbol. Las raíces pueden ser profundas, pero el árbol siempre se secará. Es un recordatorio constante de nuestra mortalidad. No tiene secretos, solo guarda momentos, como un viejo cofre lleno de recuerdos intrincados.

El tiempo esclaviza, sí, con grilletes de reloj, con noche y con sol, con sentimientos y rencor. Nos graba luchas y amor en la mente, recuerdos que nos persiguen, que nos construyen. En su caminar imparable, todo lo que somos se convierte en polvo de estrellas.

No existe adelante o atrás cuando el tiempo está en marcha. Solo podemos encaminar nuestro presente porque pasado y futuro ya están escritos. Es un juego del que no podemos salir, una danza interminable en la que solo nos queda seguir el ritmo.

Y así, mientras el tiempo sigue su curso, nosotros seguimos viviendo, amando, luchando, aprendiendo. Porque, al final del día, ¿qué otra cosa podemos hacer?


Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

Reflejos de la Soledad....

Reflejos de la Soledad...





En el vivir de nuestro ser, buscamos la soledad, como quien busca el refugio en una tormenta. Soledad, tus ecos resuenan en mi mente aun sin silencio, como un susurro eterno que no se apaga. Silencio difuso, matizado de inconmensurables sonidos, cada uno como una chispa de pensamientos olvidados. Sonidos que intenta escuchar infructuosamente mi ser, tratando de descifrar la melodía de la existencia.

El ser, en su constante metamorfosis hacia lo humano, lucha por encontrar trascendencia. Trascendencia inconclusa que me matiza la razón, como un artista que no termina su obra. Razón que me aleja del corazón, construyendo muros de lógica fría y calculadora. Corazón que intenta escribir mi destino con sentimientos, como un poeta en busca de palabras que le den sentido a su mundo. Sentimientos que van y vienen, luchando por el control de la mente, en una danza eterna de emociones encontradas.

Mente que racionaliza, esclavizando mi destino con cadenas invisibles de suposiciones y miedos. Destino que intento suponer escrito para alejar el discernir, buscando la comodidad en la certeza de lo predeterminado. Discernir del pasado que, con el presente, espera pasos al futuro. Futuro, futuro, esperado, planificado y tal vez subestimado, sin cerrar las puertas a las infinitas posibilidades.

Posibilidades y suerte de encontrar las creencias propias que nos impulsen, como el viento en las velas de un barco perdido. Impulso que es energía, la fuerza invisible que mueve nuestras vidas, guiándonos a través de los mares inciertos de la existencia. Vidas que iniciaron en el silencio de la soledad de un vientre, el primer refugio, el primer latido de nuestra historia.

Vientre que elegimos al regresar a la vida, como quien elige su camino al despertar de un sueño profundo. Vida que no se inició al nacer sino con el principio del ser, una chispa en la vastedad del universo. Ser para vivir, vivir para ser, en una danza eterna de existencia y esencia.

Cada día es una página en blanco, un nuevo capítulo en esta novela infinita que es la vida. Y en cada página, buscamos entendernos, encontrar ese equilibrio entre razón y corazón, entre mente y sentimiento. Porque en esa búsqueda, en esa constante lucha por definirnos, está la verdadera esencia de ser humano. Y aunque a veces la soledad parezca un eco interminable, es en su silencio donde encontramos las respuestas más profundas, las que nos guían hacia la trascendencia que tanto anhelamos.

Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

El Grillete del Tiempo...


El Grillete del Tiempo.........




A veces, siento que vivimos en una fantasía cuidadosamente tejida. Una fe ciega a la realidad, creando destinos propios y alejándose de las razones. Este camino se convierte en un terreno inexplorado por la mente, sumiso a pensamientos difusos que transitan lo real, pero huyen de la verdad. Al final, todo se convierte en una simple historia, una narrativa que aceptamos sin cuestionar.

¿Alguna vez te has preguntado cómo comenzó realmente la vida? No, no me refiero a la versión que conocemos. Varios seres se encontraron en este planeta, algunos esclavos, otros conquistadores. Siempre hablamos desde la perspectiva humana, pero, ¿cómo sabemos que no empezamos como una raza esclavizada por otros? Aquellos primeros seres entendieron la diferencia entre evolucionar con la Tierra y evolucionar en la Tierra. Crear un rebaño era más productivo que fomentar una conciencia de evolución.

Despertar a esta realidad aún nos cuesta. Los vestigios de esas primeras razas aún existen, siendo los reptiles los más prominentes. Ingenuamente pensamos que desaparecieron o que dejaron de evolucionar, solo para satisfacer nuestro ego existencial.

¿De dónde surgieron conceptos como el poder, el dinero, la religión, la ambición y la política? Todos son herramientas de control, cercos del rebaño. Algo diseñado para mantenernos alejados de nuestras verdaderas raíces. Cada paso que damos, cada decisión que tomamos, está orquestada por aquellos que controlan los hilos de nuestra existencia.

Pensar que somos el centro del universo fue el primer error. Ubicarnos sobre las demás especies fue el siguiente. Sentirnos superiores fue parte del plan, porque mientras la conquista persistiera, la evolución estaría en manos de unos pocos. Surgieron las bases del cerebro primitivo: reproducción, alimentación y supervivencia. Estos instintos marcaron la pauta para dominarnos desde el inicio.

¿Qué somos realmente? ¿De dónde venimos? Estas preguntas filosóficas siguen sin respuesta. Varias órdenes y grupos han intentado descifrar la verdad: masones, rosa cruces, templarios. Pero seguimos obedeciendo ciegamente.

"La verdad siempre te libera". Este es el legado más profundo de nuestras razas creadoras. Pero, si las verdades nos dominan, entonces son ellas las que permiten el poder sobre nuestras mentes. Dale a alguien una verdad en la que creer y controlarás su vida. Dale una realidad y tendrás un buscador sin fe.

Recuerdo una noche mirando el cielo. Imaginaba galaxias distantes, estrellas, planetas... A millones de años luz, reflejaban un cielo que solo obedecía al tiempo humano. Tal vez esos mundos ya no existían, pero su luz seguía viajando hacia nosotros. Este pensamiento me hacía sentir pequeño, insignificante.

La teoría de la relatividad nos dice que ningún objeto material puede alcanzar la velocidad de la luz. Si lo lográramos, viajaríamos con nuestro propio tiempo, regresando para encontrar que todos habrían envejecido o muerto. Imaginemos que nuestro Sol y nuestra Tierra reflejan momentos diferentes para aquellos que nos observan desde lejos. Tal vez somos solo un reflejo cósmico que ya no existe.

Para estas primeras razas colonizadoras, el tiempo fue el mejor grillete. Darnos un reloj en la muñeca y en el cuerpo fue su forma de controlarnos, envejecernos. Sexo, dinero, religión... dejaron de ser sinónimos de evolución. La ecuación de la vida fue descifrada, y nosotros dejamos de ser una variable independiente.

Hominis dominatur animo superanda et generi, solum creat vincula conscientiae...

Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

Si tan solo pudiera...

Si Tan Solo Pudiera....



A veces, en las noches más silenciosas, me pierdo en pensamientos. Si tan solo pudiera llevarte conmigo al pasado y esconderte en el amanecer, robándote una estrella del cielo. Esa estrella solitaria que, como yo, clama por las mañanas. La miro al anochecer, y me pregunto cómo sería si compartiéramos ese momento, si estuviéramos juntos en ese instante eterno.

Imagínate, si tan solo pudiera llevarte conmigo al silencio. Compartiríamos melodías secretas y tal vez unos versos - palabras que dejarían sordos a los sonidos del mundo. Es en ese silencio donde nuestras almas se encontrarían, libres de todo ruido y distracción. La música de nuestros corazones sería la única canción que importaría.

Las ideas se vuelven desiertas cuando dejas de habitar en mi mente y te conviertes en un simple recuerdo. La soledad se hace inmensa cuando el mundo está lleno, pero vacío de ti. Es una ironía cruel, ¿no? Estar rodeado de gente, pero sentir que nadie puede llenar el espacio que dejaste.

El sol al amanecer roba de la noche unas sonrisas, comenzando a brillar con una promesa de un nuevo día. Pero sin ti, esos momentos son fugaces, efímeros. Porque, ¿de qué sirve el sol sin la luna que le devuelve su luz? Si tan solo pudiera llevarte conmigo y ser tu agua de rocío, alimentando la vida que sin ti se marchita.

Si tan solo pudiera quedarme sin ti, sabría que el camino había llegado a su fin. Pero esa idea, esa posibilidad, es demasiado dolorosa para contemplar. Porque, en el fondo, sé que mi vida sin ti sería una existencia vacía, una historia incompleta.



Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

Refugiados en el Alma...

Refugiados en el Alma...

Ajenos y lejanos, nos encontramos refugiados en el fondo de nuestra alma. Nos acecha el temor a aprender demasiado, al conocimiento que se convierte en el techo de nuestros sueños, limitando lo que creemos posible. Tememos a ese dios que nos enseñaron como sinónimo de amor, pero que también es la figura del juicio. Cada vez que intento hablar, amar o simplemente intentar, me siento invadido por una ola de temores.

Nos embarcamos en la vida con la determinación de conquistarla, pero esos temores nos siguen, como sombras persistentes. Las palabras que ya hemos escrito son las que nos acechan más, mostrando que nuestra historia se desarrolla en círculos viciosos. Lo vivido siempre dejará marcas sobre las huellas que ya caminamos, ajustándose a nuestras propias tallas, sin importar cuán lejos intentemos huir.

En nuestra memoria, alojamos dioses, creencias y fe, aferrándonos a una verdad muy propia. Sin dudarlo ni un instante, creemos en estas verdades, esperando que no sean solo utopías. El ateo, por ejemplo, vive de sus propias creencias, sin rendirse al mundo de una fe ciega, aunque esta fe sea ciega a cualquier otra realidad. Por otro lado, el cristiano rinde toda su fe a algo que, aun sin ver, sabe que siempre estará con él. Ambos, temerosos de dejar de creer o de comenzar a hacerlo sin siquiera saberlo.

Estamos temerosos de nuestros propios miedos, o peor aún, de vivir atrapados en ellos. Tememos al amor, o tal vez, a la idea de sentirlo realmente. El pasado es otro de nuestros grandes temores. Nos atrapamos en él, olvidando que el presente es el verdadero campo de batalla.

Cada uno de estos temores nos define y nos limita, pero también nos empuja a buscar algo más. La búsqueda de una verdad propia, de un refugio seguro en medio del caos, se convierte en nuestra constante. A veces, esa búsqueda nos lleva a lugares oscuros, pero también nos da la fuerza para seguir adelante.


Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

Silencio de Soledad....

Silencio de Soledad....



En la danza interminable de la vida, nos encontramos buscándola - la Soledad. Es un eco perpetuo, resonando en los rincones más profundos de nuestra mente, incluso en la ausencia del silencio. El silencio, una entidad difusa, se matiza con sonidos inacabables, creando una sinfonía que mi ser intenta descifrar sin éxito.

En ese intento, mi ser humano se transmuta, buscando una trascendencia que parece siempre fuera de alcance. Esa trascendencia, eternamente inconclusa, tiñe mi razón con matices de duda y certeza. La razón, en su fría lógica, me aleja del corazón, ese órgano que anhela escribir mi destino con la tinta de los sentimientos.

Los sentimientos, esos caprichosos viajeros, van y vienen, luchando por el dominio de mi mente. La mente, en su incesante racionalización, intenta esclavizar mi destino, dibujándolo con líneas que no siempre coinciden con mi voluntad. Supongo que mi destino está escrito, una excusa conveniente para evitar el arduo trabajo de discernir el presente y el pasado, y de esperar pasos hacia el futuro.

El futuro, ese concepto escurridizo, a menudo planeado, subestimado, y lleno de posibilidades sin cerrar. Son esas posibilidades las que, si tenemos suerte, pueden alinearse con nuestras creencias más íntimas, impulsándonos hacia adelante. Ese impulso, una fuerza vital y energética, es lo que mueve nuestras vidas.

Nuestras vidas, que comenzaron en el silencioso resguardo de un vientre. Un vientre que elegimos al regresar a la vida, indicando que nuestro ser no se inicia al nacer, sino con el principio mismo de la existencia. Existir para vivir, una paradoja infinita que nos define.

Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

En el Viento de la Vida...

En el Viento de la Vida....


Cuando el viento sopla, arrastrando consigo las hojas caídas, siento como una cometa se eleva en mi interior, cargada de sentimientos que solo tú conoces. Es una sensación que me arrebata el aliento y me hace olvidar la razón. Esa cometa, frágil y libre, simboliza nuestra conexión. Solo tú puedes seguir su rastro para encontrar un mundo distinto, un mundo que aún no he descubierto, pero en el que sé que habitamos juntos.

La soledad se siente más intensa sin ti. Cada día es un vuelo hacia lo desconocido, un intento desesperado por aterrizar en tu amor. La luna, en su serena magnificencia, es el faro que me guía en la noche. Anhelo ese momento en que pueda tocar tierra firme en el refugio de tu corazón, y así materializar la fortuna de contar contigo.

No hay un millón de voces en el mundo que puedan aplacar este sentimiento. Tu amor es la única voz que resuena en mi interior, enfocando mis pensamientos y sentimientos. Es como un faro en la oscuridad, proyectando luz donde antes solo había sombras.

Cada día, al levantarme, siento el susurro del viento que me recuerda tu presencia. Es un recordatorio constante de que, aunque estemos separados por distancias físicas, nuestros corazones laten al unísono. La vida, con todas sus vueltas y giros, se torna un poco más llevadera con la esperanza de encontrarte al final del viaje.

Imagino un futuro donde nuestras almas se entrelazan como hilos de una misma cometa, volando juntas hacia horizontes desconocidos. En ese futuro, la soledad se disipa, reemplazada por la calidez de tu amor. Los días de incertidumbre se transforman en noches de paz, bajo la luz de la luna que siempre nos ha guiado.

Este viaje, aunque arduo, está lleno de momentos que me recuerdan por qué vale la pena. Es en esos instantes de vulnerabilidad y esperanza donde encuentro la verdadera esencia de nuestra conexión. Cada ráfaga de viento, cada latido del corazón, es una prueba de que este amor es real y profundo.

Me aferro a la creencia de que, al final de este camino, encontraremos la felicidad que tanto buscamos. La cometa seguirá volando, guiada por los vientos de la vida, llevando consigo nuestros sueños y anhelos. Y cuando finalmente aterrice, será en el refugio seguro de tu amor, donde siempre debimos estar.


Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

Camino de Brújulas y Destinos...

Camino de Brújulas y Destinos....




En el instante fugaz en que el tiempo cede su tiranía, nos encontramos en una encrucijada de caminos y palabras. Cada paso, aunque parece automático, es una elección cargada de destino y significado. Nos movemos no sólo por impulso, sino también guiados por un susurro interno que nos invita a contemplar más el sendero que nuestros propios pasos. Mirar atrás se convierte en un ejercicio de reflexión, no de estancamiento; impulsándonos hacia adelante en un viaje donde el tiempo se convierte en un aliado del recuerdo y la anticipación.

El legado que dejamos no está predestinado a seguir las huellas impresas antes de nosotros, aunque estas marquen el sendero. Cada huella refleja una vida y una historia, un testamento al poder de la determinación y el coraje. Pero, cuidado, el camino es traicionero. Se retuerce y transforma, pidiendo firmeza y humildad a partes iguales. Atrás quedan los que giran en círculos, atrapados en la telaraña de sus dudas, temores y miedos.

Reposar en el viaje no es un signo de debilidad, sino una oportunidad para recargar el espíritu y fortalecer la resolución. El verdadero descanso rejuvenece y prepara para las revueltas del destino. Sabiduría, entonces, es reconocer cuándo retroceder, cuándo avanzar, y cuándo abrirnos a nuevas enseñanzas. La brújula del corazón, ese místico guía interno, nos señala siempre hacia la dirección más verdadera: la felicidad.

No siempre el cielo será claro, ni el clima favorable; en esos momentos debemos fusionarnos con las adversidades, convirtiéndonos en uno con el entorno para superar los desafíos. Mil pasos de determinación pueden terminar en mil caídas, pero en cada caída hay una lección. Es allí donde reside la diferencia entre existir y vivir verdaderamente.

Cientos de caminos se abrirán ante nosotros, cada uno con cientos de oportunidades. De todas ellas, quizá sólo una lleve a la verdadera felicidad. Esa rara y efímera oportunidad es la que debemos perseguir con ardor, pues aunque la brújula del corazón apunte hacia múltiples direcciones, sólo una lleva a la verdadera realización.

Este viaje de autoconocimiento y exploración se convierte en un tapiz tejido de experiencias y elecciones. Es un lienzo que cada uno de nosotros pinta con los colores de nuestras decisiones, marcado por las huellas que elegimos seguir o las nuevas que decidimos crear. La vida, en su forma más pura, es un acto de creación constante donde cada paso, cada palabra, define el rumbo que tomamos.

Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

El Sendero de la Vida...

El Sendero de la Vida...





Seguir nuestro destino, eso se llama vivir. Intentar cambiarlo, bueno, eso es aprendizaje. Al presente le decimos vida, una palabra tan simple para algo tan complejo. El pasado se convierte en anhelos, recuerdos dulces y amargos que cargamos como un viejo álbum de fotos. El futuro, ah, la incertidumbre que nos mantiene despiertos por la noche, preguntándonos qué vendrá después.

Los sentimientos, esos caprichosos compañeros de viaje, los conocemos como pasos. Cada emoción, cada latido, es una huella en el sendero de nuestra existencia. Las personas que amamos, los verdaderos maestros, nos enseñan lecciones valiosas con cada encuentro, cada despedida.

El rencor, ese veneno silencioso, se convierte en freno. La envidia, una distracción que nos aleja de nuestro verdadero propósito. La muerte, aunque temida, es en realidad una renovación, un ciclo interminable. Las religiones, la política y las creencias se convierten en cadenas que a veces nos atan más de lo que nos liberan. Y los fanatismos, esos extremos peligrosos, son la esclavitud de la mente.

El tiempo, ese implacable maestro, nos enseña que todo tiene un final. Las riquezas, por más brillantes que sean, actúan como anclas que nos impiden movernos libremente. Los motivos, esas chispas que encienden nuestra pasión, nos impulsan hacia adelante, mientras que los olvidos se pierden en el destino.

Y al amor, esa fuerza infinita, lo llamamos eternidad. Porque es lo único que trasciende el tiempo, lo único que nos acompaña más allá de esta vida. No te sorprendas por lo que has vivido o dejado de vivir. Sorpréndete, en cambio, por el aprendizaje que elegiste al venir a vivir tu destino.


Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

El Barranco de los Destinos


El Barranco de los Destinos


¿Ves ese barranco frente a ti? Es una caída sin fin, un abismo que te llama, te susurra promesas de liberación. A veces, sólo añoras llegar al fondo, donde el suelo, aunque duro, reconciliaría tus ideas y liberaría las ataduras que te aprisionan. Caer sin saber, sin dudar, sin siquiera padecer. Es ahí, en ese vacío, donde refugias todos esos sentimientos encontrados, donde encuentras un espacio inerte para descubrir tu verdadero ser.

Amor y odio conviven como hermanos sin padres. Son huérfanos de una vida que no les ha dado consuelo. Un vacío, una carencia, una soledad que se han hecho compañía mutuamente. Los sueños ajenos que cumplimos, los favores sin retorno, las consideraciones que dejamos de lado para complacer a otros... todo eso nos lleva a un callejón sin salida, un callejón que conduce a la misma solitaria salida de siempre.

Es una salida que muestra la vida y la muerte como dos caras de la misma moneda. Vivimos en un ciclo constante, desgastándonos hasta convertirnos en polvo, alimentando el siguiente paso de nuestra misteriosa existencia. Todo parece estar bien, porque todo está escrito en un destino atemporal, universal e infinito. Cada paso que damos, cada elección que hacemos, parece predestinada para nuestro aprendizaje, para nuestra evolución.

Pero, ¿qué camino seguir? En la libertad de caminar, a veces sentimos que los pasos ya están marcados. Solo encajamos nuestras pisadas en huellas preexistentes, dejándonos sorprender por la revelación de que todo formaba parte de la misma función llamada vida.


Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

La sombra inevitable....

La sombra inevitable....



La muerte. Esa sombra siempre presente que evitamos mirar de frente, como si con solo ignorarla pudiera desaparecer. Vivimos nuestras vidas inmersos en la rutina, como si cada día fuera a repetirse eternamente, sin fin, sin ese último suspiro que, inevitablemente, un día llegará. Nos aferramos a la luz de nuestros días, temerosos de la oscuridad que la muerte trae consigo.

Es irónico, ¿no? Sabemos que la muerte es la única certeza, la única carta segura en el juego de la vida, y aún así, la ocultamos. Nos toma desprevenidos, nos sorprende en medio de la cotidianidad, dejando una marca más profunda que cualquier otra experiencia. Es como un ladrón en la noche, siempre al acecho, siempre esperando.

Nosotros, los humanos, somos criaturas de costumbre. Nos aferramos a lo conocido, a lo seguro. La vida nos vive, mientras nosotros tratamos de esquivar la muerte. Pero, en realidad, escribir sobre morir nos inspira más que escribir sobre vivir. Tal vez sea porque lo desconocido siempre ha sido el mayor motivador, o porque nuestros miedos son más fuertes que nuestros deseos. La muerte es parte de crecer, de sentir, de vivir. Morimos viviendo, vivimos naciendo, morimos aprendiendo.

Es como una receta secreta que nunca llegamos a probar, la mayor injusticia que nunca se resuelve. Al final, la muerte llega sin preguntar, sin protestar, llevando consigo todo en un solo acto de transmutación. El miedo, el coraje y el destino se mezclan en ese momento final, el cambio más natural que existe. La fe, la ciencia, todas buscan darle sentido, pero tal vez el verdadero significado solo se revela en ese último aliento.

¿Vivir muriendo o morir viviendo? Si supiéramos la fecha exacta de nuestra muerte, ¿qué haríamos diferente? Tal vez nada, tal vez todo. El misterio de la vida y la muerte es lo que le da su valor. Vive sin límites, disfruta de tus seres queridos, atesora el amor y compártelo sin miedo. Porque al final, el amor es lo único que nos llevamos. Nada más.


Por: Juan Camilo Rodriguez .·.