Vivir sin expectativas es como soltar el timón en medio del océano, dejando que las olas te arrullen y te lleven sin una dirección fija. Es aprender a abrazar la soledad, esa que a veces se siente como un peso, pero que, al final del día, se convierte en tu compañera más leal. Es como despojarse de todo lo innecesario y viajar más ligero, sin cargas, sin promesas que cumplir, solo tú y el vasto horizonte.
Cuando no fijas un camino, el destino se convierte en una sorpresa, una revelación. Y en ese viaje, sientes más profundo, vives más intenso. Las palabras pierden su urgencia, y en su lugar, los silencios cobran un nuevo significado, uno que habla más que mil frases vacías. Es dejar de buscar afuera lo que siempre ha estado dentro de ti, donde reside la verdadera esencia de quien eres.
Vivir sin expectativas es poder dar sin reservas, sin esperar nada a cambio, sabiendo que la pasión no necesita recompensa, sino simplemente ser. Es amarse a uno mismo sin caer en la trampa del ego, es conocer la diferencia entre el amor propio y la arrogancia. Es encontrar en la soledad una compañía, donde los orgasmos son mutuos, aunque sean de cuerpo y alma, aunque estés solo en la habitación, en la oscuridad, en el silencio.
Es dejar que las llamas ardan dentro de ti sin preocuparte por si los demás verán el fuego o no. Es vivir intensamente, sin miedos, sin la necesidad de que alguien más valide tu existencia. Porque al final, vivir sin expectativas es superar esos miedos que siempre han estado ahí, acechando, esperando el momento de atacar. Es enfrentarlos antes del último aliento, sabiendo que has vivido plenamente, sin esperar nada de la vida, solo dejando que cada instante sea lo que es: un regalo
Por: Juan Camilo Rodriguez .·.
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