viernes, 25 de abril de 2025

El sapo que recordó ser un soplo



 ¿Qué somos?

—¿Qué somos? —preguntó el sapo al sabio, mientras el sol caía sobre la laguna.

El sabio, un anciano de mirada serena y barba de nubes, respondió sin dudar:

—Esclavos de lo que creemos.

El sapo parpadeó, confundido.

—¿Pero qué somos en realidad? —insistió.

El sabio sonrió con dulzura, miró al sapo a los ojos y le dijo:

—En realidad… somos un soplo libre, atado solo por hilos de ilusión. Somos posibilidad antes de ser forma, y misterio antes de ser palabra. Somos el eco de un origen que olvidamos, jugando a ser todo lo que creemos necesitar ser.

Luego el sabio se inclinó hacia el sapo y susurró:

—Cuando dejes de preguntarte qué eres, y simplemente seas… entonces recordarás.

El sapo guardó silencio, y por un instante, el croar del mundo se detuvo. En ese silencio, algo en su interior pareció despertar.

El reflejo

Esa noche, el sapo no durmió. Se sentó al borde de la laguna, observando su reflejo danzar sobre el agua. Por primera vez, no se vio como un sapo, sino como una chispa de conciencia flotando en un vasto océano de misterio.

—¿Y si no soy solo esto? —pensó—. ¿Y si soy más que mis pensamientos, mis miedos, mis deseos?

Al amanecer, decidió emprender un viaje. No uno de distancia, sino de profundidad. Se adentró en el bosque, no para encontrar respuestas, sino para perder las preguntas.

En su camino, encontró a una mariposa que le dijo:

—No temas a la transformación. El capullo no es prisión, sino promesa.

Más adelante, un río le susurró:

—Fluye, sapo. No te aferres a las piedras del pasado ni a las orillas del futuro.

Y el viento le cantó:

—Eres el silencio entre mis notas, la pausa que da sentido a mi canción.

Cada encuentro era un espejo, cada palabra una llave. El sapo comprendió que la sabiduría no estaba en las respuestas, sino en la experiencia de vivir plenamente cada momento.

El regreso

Tras muchas lunas, el sapo regresó a la laguna. El sabio lo esperaba, con la misma sonrisa serena.

—¿Descubriste quién eres? —preguntó.

El sapo asintió.

—Soy el viajero y el camino, la pregunta y la respuesta, el buscador y lo buscado.

El sabio cerró los ojos y dijo:

—Entonces ya no eres esclavo de lo que crees. Eres libre de ser.

Y en ese instante, el sapo croó. No como antes, sino como un canto de gratitud al universo, a la vida, a sí mismo.


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