En este silencio que me envuelve, me encuentro esperando cautivamente, como si la vida, en su juego interminable, me estuviera mostrando un horizonte que se desvanece y reaparece lentamente, como la mano del escultor que talla en la madera solo lo que su mente ha decidido plasmar. Los sonidos a mi alrededor se vuelven lejanos, las compañías que antes parecían eternas ahora son sombras que se desvanecen en la distancia. Y yo, atrapado en este laberinto de emociones, me esfuerzo por seguir adelante, por entender que el mundo ya está escrito, que solo me queda seguir la rueda del destino.
Es extraño cómo, al mirar a mi alrededor, los ojos solitarios que me observan parecen haber perdido el deseo de ver más allá. Las compañías que alguna vez fueron mi fuerza, mi motivo para crecer, ahora son recuerdos solitarios que habitan en un rincón oscuro de mi corazón. En este túnel que se ha abierto ante mí, no hay marcha atrás. Los dibujos que alguna vez formaron mi vida han cambiado para siempre, y por más que intente, no puedo reconstruir con mis manos lo que hoy yace en cenizas, reposando en la fría soledad de mi interior.
Las palabras, que antes fluían como un río caudaloso, ahora se hunden en las profundidades de mi ser, como si mi corazón estuviera anclado en un océano de silencio. Es como si la soledad, con su abrazo helado, hubiera gritado mi nombre y envuelto mis sentimientos, apagando cualquier chispa de esperanza. Pero incluso en este frío que quema, en esta soledad que calcina, veo las huellas que el destino ha dejado a mi paso. Huellas que, aunque pesadas, deben seguir encajando, cumpliendo con los designios que la vida ha trazado para mí.
A veces, me pregunto si hay forma de romper este ciclo, de escapar de este destino que parece tan ineludible. Pero, al final, me doy cuenta de que todo lo que puedo hacer es seguir caminando, seguir tallando mi propio camino en la madera de la vida, aunque los dibujos cambien, aunque las compañías se desvanecen. Porque, aunque el destino ya esté escrito, aún me queda la fuerza de continuar, de avanzar hacia un horizonte que, aunque incierto, es mío para descubrir.
Por: Juan Camilo Rodriguez
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