Días enteros han pasado, uno tras otro, como un susurro constante en el viento, antes de que volviera a escribir. Días en los que intentaba descifrarme, como si las respuestas estuvieran ocultas en algún rincón de mi ser que aún no he explorado. A veces, la vida se vuelve una danza de evasiones, donde cada paso nos aleja un poco más de lo que realmente nos alimenta. Es curioso, ¿no? Cómo podemos pasar tanto tiempo buscando lejos lo que siempre ha estado dentro de nosotros, esperando a ser redescubierto.
Hoy, desde la lejanía, una luz suave se ha filtrado entre las sombras de mis pensamientos, como un rayo de sol que se cuela por una ventana olvidada. Esa luz no es más que un recuerdo, un anhelo que creía perdido, escapando de mi conciencia como un suspiro en la noche. Pero ha regresado, trayendo consigo no solo palabras, sino vivencias, momentos que parecían haber quedado atrás, enterrados bajo capas de rutina y olvido.
A veces pienso que los sentimientos no siempre nacen de lo profundo, sino de pequeños instantes, de chispazos de realidad que nos golpean cuando menos lo esperamos. Y es entonces cuando comprendemos que el mensaje de la vida no está en el silencio que buscamos, sino en esas mariposas que se agitan dentro, en esos sentimientos que, con forma etérea, intentan salir, volar libres, buscar un espacio en el mundo exterior.
Tal vez estas palabras, que ahora fluyen desde lo más hondo, sean como esas mariposas. Tal vez su vuelo no sea en vano. Porque, al final, todo regresa a su origen, a ese eco de vida que se manifiesta en las formas más inesperadas. Hoy, después de tanto tiempo, siento que realmente estoy comenzando a regresar a mí mismo, a encontrar de nuevo el camino que creía haber perdido.
Es en estos momentos de claridad cuando entiendo que, aunque el viaje haya sido largo y confuso, cada paso me ha traído de vuelta a lo esencial, a lo que realmente importa. Y ahora, con las mariposas de mis sentimientos volando libres, sé que cada palabra que escribo es un reflejo de ese retorno, de ese renacer que siempre ha estado ahí, esperando a que lo reconozca.
Por: Juan Camilo Rodriguez .·.
No hay comentarios:
Publicar un comentario