Siente mis manos, suaves pero firmes, trazando caminos de fuego sobre tu piel. Que cada caricia sea un pacto silencioso entre el placer y el delirio, un susurro que nos envuelve y nos consume. Nuestros cuerpos, ardiendo en un vaivén incesante, encuentran en la piel del otro la razón de su existencia. Aquí, en este lecho que guarda la memoria de nuestras pasiones, los minutos se disuelven, el tiempo se suspende, y solo quedamos tú y yo, inmersos en la vorágine de nuestros sentidos.
Déjame saborearte, con la delicadeza de quien prueba un fruto maduro y prohibido. Tus labios, cálidos y suaves, saben a promesa cumplida, a sueños encarnados. Y mientras te beso, el mundo entero desaparece, y todo lo que existe es el ritmo de tu respiración y el latido urgente de tu corazón bajo mis dedos. Cada beso que te dejo es un mapa hacia el abismo, ese que ansío recorrer contigo, sin temor, sin freno.
Ven, que el deseo se haga viento y nos envuelva, nos eleve, nos arrastre hasta donde las estrellas parecen más cercanas. Que la luna sea testigo de esta noche infinita, donde nuestros cuerpos no conocen límites y se entregan, una y otra vez, al placer desenfrenado. Tus suspiros son mi orquesta, tu piel mi lienzo. Cada gemido que brota de tus labios es una melodía que quiero escuchar eternamente, mientras nuestros cuerpos, enredados, exploran las profundidades de este deseo insaciable.
Deja que el sudor que ahora brilla en tu piel sea la prueba de nuestra entrega, de esta conexión que trasciende lo físico. Ven aquí, amor mío, que el reloj que marca tu partida puede esperar. Que la noche extienda sus horas solo para nosotros, para que podamos amarnos hasta el agotamiento, hasta que nuestros cuerpos no puedan más y el placer nos haya consumido por completo.
Déjame perderme en ti, que cada movimiento sea un homenaje al fuego que hemos encendido juntos. Que mis manos te hablen en el lenguaje del deseo, que te cuenten secretos que solo tú podrás descifrar. Y cuando finalmente el alba rompa el silencio, nos encontrará abrazados, exhaustos pero plenos, con la certeza de que en cada caricia, en cada beso, en cada susurro, hemos escrito una historia que el tiempo jamás podrá borrar.
Ven aquí... y que nuestras sombras se fundan en una sola, mientras el amor y el tiempo quedan suspendidos, guardando nuestro secreto en el corazón de la madrugada.
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