jueves, 12 de diciembre de 2024

Deseos entre estados: El placer silencioso de WhatsApp






El dedo tiembla al detenerse sobre su estado de WhatsApp. “A veces, las palabras no alcanzan… pero la piel sí lo haría.” Esa frase queda suspendida frente a mis ojos, como un susurro escrito solo para mí. Mi mente comienza a jugar conmigo, recreando escenarios donde esas palabras se convierten en actos, donde la distancia desaparece y su cuerpo es una respuesta táctil a cada una de mis preguntas no dichas.


Otro estado aparece más abajo, como una invitación disfrazada de casualidad: ”¿Qué harías si no hubiera límites?” Cierro los ojos. La pregunta me quema por dentro, porque en mi mente ya no hay límites. Imagino su aliento cálido deslizándose por mi cuello, sus manos explorando mi piel como si conocieran todos los mapas de mi deseo.


El siguiente mensaje me rompe en dos: “Alguien por aquí sabe que estoy pensando en él.” ¿Seré yo? No puedo evitarlo. Mi cuerpo responde con una intensidad que me toma por sorpresa, mientras mis manos trazan el recorrido que imagino suyo, el roce que nunca he sentido pero que puedo reconstruir en mi piel con cada movimiento lento, cada caricia que invento a partir de su ausencia.


El aire en la habitación se vuelve pesado, denso como si esas palabras estuvieran cargadas de algo más que letras. Miro de nuevo: “Imagina lo que harías si estuvieras aquí.” Ese mensaje es mi condena y mi salvación. Es su forma de estar presente cuando no está. Fantaseo con el sonido de su voz, con el peso de su cuerpo sobre el mío, con la manera en que los límites entre lo permitido y lo prohibido se disuelven en ese instante donde dejamos de ser nosotros mismos.


Mi respiración se entrecorta mientras leo el último estado: ”¿Y si esta noche soñamos lo mismo?” Cierro los ojos de nuevo, perdido entre la frontera de lo real y lo imaginado, donde su ausencia es más íntima que cualquier presencia, y el deseo gobierna como un secreto que solo comparto con la oscuridad. En este universo de estados, reels y post, el mundo virtual despliega una perfección que seduce los sentidos, creando un refugio donde el placer encuentra su morada, indiferente a las imperfecciones del mundo real. Es un espacio donde lo tangible y lo imaginado se entrelazan, donde las imágenes y palabras digitales se convierten en caricias que rozan el alma y despiertan los deseos más profundos.


Habitamos en un lugar donde el placer es tanto real como irreal. Las fantasías se desbordan, los cuerpos se desnudan en la imaginación, danzando en el teatro infinito de la mente. Allí, las líneas se difuminan —lo que es y lo que podría ser se confunden—, y los pensamientos se transforman en encuentros que desafían el tiempo y la distancia.


Cada estado es una invitación velada, un escenario donde los personajes se dibujan con trazos de deseo. Cada reel es un movimiento, una coreografía donde las manos, las miradas, y los suspiros encuentran su eco. Y en ese ir y venir entre la pantalla y la realidad, los cuerpos se acercan aunque nunca se toquen, alimentando un placer que trasciende lo físico para volverse algo más: una conexión profunda entre lo que somos y lo que imaginamos ser.


Porque en este mundo híbrido, donde las perfecciones virtuales se despliegan y las imperfecciones humanas se aceptan, el deseo encuentra su máxima expresión, danzando entre lo real y lo soñado, en una celebración de lo posible.





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