jueves, 12 de diciembre de 2024

La Eternidad en un Beso Perdido

 


Los besos son los ecos que se quedan suspendidos en el aire, como un hálito que no cesa. Creo que los besos se van en la boca porque ahí comienza todo. Ahí nacen las palabras que susurran vida, ahí se gestan los silencios que gritan lo que no se puede decir. Besarte los labios sería como dejar que mi alma aprenda a hablar de nuevo, como sembrar en tu piel un jardín de palabras que solo tú sabrás pronunciar.


Si acariciara la punta de tus dedos con un beso, buscaría algo más que una simple caricia—buscaría el mapa oculto que dibuja tus deseos. Si mis labios rozaran la suela de tu zapato, estaría reclamando el sendero que te llevó lejos de mí, susurrando a cada paso que regreses, que me encuentres. Pero, si me atreviera a besar tus párpados cuando estás dormido, estaría mendigando un rincón en tus sueños, suplicando ser la sombra que los habita.


Sin embargo, es tu boca la que atrae a mis labios como un imán indómito. Porque cuando te beso ahí, busco más que placer: busco que mis palabras se confundan con las tuyas, que mis pensamientos se derramen en tu aliento y que el eco de mis sentimientos retumbe en tu garganta.


Si besara tu sombra, sería como buscar el reflejo de algo que no comprendo, persiguiendo un misterio que se me escapa entre los dedos. Y si esta noche te buscara—desesperado, ansioso—besaría cada piel desconocida hasta toparme contigo, hasta reconocer el temblor único que solo tú provocas en mis labios.


Te besaría y me perdería en el caos de tu ser, en la textura de tu piel que se convierte en un lienzo vivo. Cada beso sería un trazo que se derrama y se expande, llenando los rincones de esta casa que construimos con jadeos y silencios. Pero hay algo cruel en este acto: cada beso también es una pequeña muerte. Porque si te besara ahora, lo haría sabiendo que cada instante de entrega es un instante que no vuelve. Y, aun así, ¿qué otra opción tengo? Dejar de besarte sería renunciar a la vida misma.


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