jueves, 9 de enero de 2025

El Amante de Fuego: Oda al Sol en el Atardecer

 

Oh, sol de fuego,

naranja carmesí que desciendes en danza lenta,

desnudo sobre el horizonte,

como un amante que se entrega sin prisa.


Tu luz acaricia la piel,

un roce de seda tibia,

y en cada rayo encuentro

el susurro de un beso eterno,

la llama sagrada que despierta

el alma dormida en su caverna de sombras.


Eres redondo, perfecto,

un círculo ardiente que abraza el océano,

dibujando caminos líquidos

donde se reflejan mis sueños.

Tu fuego penetra mi cuerpo,

atraviesa la carne y alcanza mi esencia,

como si me amaras desde dentro,

como si supieras el lenguaje

de mi vulnerabilidad desnuda.


En la playa, el agua te contiene,

te multiplica, te convierte en mil soles.

Y yo, testigo mudo,

soy espejo de tu entrega,

reflejo de tu fuego.


Cada ola trae un eco de tu abrazo,

y el alma, confundida entre agua y luz,

se ve a sí misma en el vaivén,

en ese ritual de reflejos

donde tú, amante celestial,

eres la danza, el aliento y la poesía.


Déjame ser tu playa,

déjame ser la arena

que sostenga tu peso mientras mueres

en el regazo del mundo.

Y cuando caigas al fin,

rojo y cansado,

quedará tu calor en mi piel,

una huella indeleble,

una memoria de luz

que habitará para siempre en mi sangre.

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