En la penumbra, dos cuerpos se encuentran, un nudo de pasión que crece y
late, manos que exploran, piel que se estremece, un mar de deseos que nada
detiene.
Susurros entrelazados como sus almas, labios que buscan, besos que arden, la
noche es testigo de su entrega, donde la piel se vuelve lenguaje.
Miradas profundas, fuego en sus ojos, el ritmo lento, luego desbocado, un
vaivén de caderas, un eco de jadeos, el cuarto se llena de su lujuria.
Desnudos, sin más barreras que sus pieles, el sudor se mezcla, el calor
aumenta, cuerpos enredados, danza de pasiones, un nudo que aprieta, que nunca
cede.
Caricias que hablan de antiguos deseos, suspiros que cuentan historias sin
palabras, en cada roce, la promesa del éxtasis, un juego sensual que los
envuelve.
El mundo afuera deja de existir, solo queda el latido de sus cuerpos, unidos
en un nudo de deseo, perdiéndose en el otro, sin temor.
El clímax se acerca, inevitable, como olas que rompen en la orilla, los
cuerpos se tensan, el placer los domina, gritos ahogados, el éxtasis
compartido.
Finalmente, el nudo comienza a soltarse, cuerpos agotados, pieles
brillantes, se desenredan, pero aún se buscan, en la calma que sigue al deseo.
Se miran, aún jadeantes, el amor y la lujuria entrelazados, dos cuerpos que
se encontraron en la noche, sensuales, se desenredan, satisfechos
Por Juan Camilo Rodríguez⁂