En el desierto de la noche,
tú eres mi oasis, tu piel, un edén de deseo y calor,
y en cada caricia, en cada rapto audaz,
encuentro en ti un eterno clamor.
Tus labios, manantiales que calman mi sed,
tus manos, fuentes de placer y consuelo,
y en este encuentro, mi alma se rinde,
perdida en la inmensidad de tu cielo.
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