La Monotonía que Nos Marchita
La vida, cuando se vive en automático, es como una marcha incesante hacia la nada. Caminamos, avanzamos, pero ¿hacia dónde? Las hojas de nuestra existencia van cayendo, una tras otra, hasta dejarnos desnudos, expuestos, sin propósito. Sentimos cómo nos marchitamos, cómo perdemos color y vigor, pero seguimos adelante. La inercia es poderosa, más poderosa que nuestra voluntad muchas veces.
Salimos a la calle, pisando las mismas aceras, saludando a los mismos
rostros conocidos, pero sin sentir nada. Somos autómatas repitiendo un guión
aprendido, sin emoción ni sorpresa.
Nos sentamos en nuestras grises oficinas, frente a computadoras que nos
hipnotizan con sus pantallas brillantes. Teclamos sin cesar, respondiendo
correos electrónicos que no dicen nada, llenando formularios que no tienen
sentido.
Al llegar la hora del almuerzo, tragamos un sándwich desabrido en la misma
cafetería de siempre, rodeados de conversaciones banales que no nos interesan.
Las horas de la tarde se arrastran como una tortuga lánguida. Miramos el
reloj con desesperación, deseando que llegue la hora de salir, pero sabemos que
solo nos espera más de lo mismo.
Regresamos a casa, exhaustos pero no satisfechos. Cenamos una comida sin
sabor, frente a la televisión que nos bombardea con imágenes vacías y mensajes
vacíos.
Nos acostamos en la cama, con la mente llena de pensamientos repetitivos,
sin esperanza de un mañana diferente. Soñamos con escapar de esta monotonía,
pero al despertar, la realidad nos golpea con más fuerza.
Un grito silencioso brota de nuestro interior, un grito de auxilio que nadie escucha. Estamos hartos de esta vida sin sentido, de esta rutina que nos asfixia.
En esa monotonía, en ese andar sin sentido, ignoramos los detalles. El olor de la tierra mojada después de la lluvia, el canto de los pájaros al amanecer, el tacto de una mano amiga. Todo se vuelve difuso, borroso. ¿Cuándo fue la última vez que te detuviste a sentir realmente, a vivir en el presente? Estamos tan atrapados en el piloto automático que olvidamos que la vida está en los pequeños momentos, en los detalles que nos rodean.
Es necesario romper el ciclo, salir de esa espiral descendente que nos consume. Pero no es fácil. La comodidad de la rutina, aunque nos marchite, también nos da una falsa sensación de seguridad. Nos aferramos a ella como un náufrago a un trozo de madera en medio del océano. Pero, ¿qué precio pagamos por esa seguridad? Nuestra vitalidad, nuestra esencia, nuestra capacidad de asombrarnos y maravillarnos con la vida.
La Monotonía nos van robando la vida sin que nos demos cuenta. Nos convertimos en sombras de lo que podríamos ser, en seres marchitos que solo esperan el siguiente día igual al anterior. Pero tenemos el poder de cambiar, de romper el ciclo, de vivir con intensidad cada momento. No permitamos que la rutina nos consuma. Busquemos la novedad, el asombro, la vida en su plenitud.
La rutina. Ese concepto abstracto y a la vez tangible que nos envuelve, nos consume, nos arrastra. Me despierto cada día a la misma hora, con el mismo sonido irritante del despertador. ¿Acaso no nos damos cuenta de cómo este mecanismo, este piloto automático, va marchitándonos poco a poco, hoja por hoja? Cada movimiento se vuelve predecible, cada paso es un eco del anterior. Y en ese ciclo repetitivo, nos vamos perdiendo.
Podemos elegir vivir en lugar de simplemente existir. ¡Atrévete a romper el piloto automático y redescubrir la belleza de la vida!
Juan Camilo Rodriguez Garcia .·.