Café con Mis Demonios: La Luz en la Oscuridad….
Mis demonios me susurran al oído. No piden nada y lo acompañan todo. No juzgan, no dividen, no critican. No exigen, no dañan. Aman e integran mi realidad.
En las noches de luna llena, cuando el viento acaricia suavemente mi piel, siento su presencia más cerca. Son ellos, mis demonios, quienes me recuerdan que no puedo alejar lo que forma parte de mi todo. Rezan al dios de las iglesias, esperando que una oración nos libere de ellos, sin darnos cuenta de que son inseparables de mi nuestro ser. Desde la falsa e hipócrita concepción de santidad, pintamos a mis demonios con colores de oscuridad. Pero ellos brillan solos. La oscuridad no es ausencia de luz, sino la chispa que enciende mi pasión y deseo de vivir.
Me siento en la mesa con ellos, compartiendo un café en la intimidad de la madrugada. Los observo, sin miedo. Ellos no caen en etiquetas ni clasificaciones. Existen, simplemente, en cada uno de nosotros. Aunque los neguemos durante toda nuestra existencia, hacen parte de nuestro caminar.
Mis demonios, con susurros de deseos prohibidos, me enseñan a abrazar la totalidad de mi ser. Ellos aumentan mi pasión, mi deseo y mis ganas de vivir. No son sombras que deban ser temidas, sino luces que alumbran mi camino. Mientras todos les temen, yo los recibo con los brazos abiertos, sintiendo en cada encuentro una renovada energía.
En las noches silenciosas, cuando el mundo duerme y la luna es testigo de mis pensamientos más profundos, me pregunto cómo sería vivir sin ellos. Pero pronto me doy cuenta de que no quiero saberlo. Ellos son mi esencia, mi fuego interno. La oscuridad no es más que un matiz en el vasto lienzo de mi existencia.
Así, mientras todos huyen, yo tomo café con mis demonios. Acepto su compañía, y juntos, danzamos en el teatro de la vida. En cada sorbo de café, en cada susurro al oído, descubro que la verdadera libertad radica en aceptar y amar todas las partes de uno mismo, incluso aquellas que el mundo ha condenado a la sombra.