La Caricia del Agua.....
Nos abrazamos, dejando que el agua intensificara cada toque, cada beso. La calidez del agua hacía que cada caricia se sintiera más profunda, más íntima. Sentí sus manos recorrer mi cuerpo con una mezcla de urgencia y ternura. El placer se mezclaba con el calor del agua, creando una sinfonía de sensaciones que nos envolvía por completo.
Nos amamos en la ducha, dejando que la caricia del agua nos llevara al éxtasis. Cada gota era una promesa de placer, cada caricia una explosión de sensaciones. Sentí sus labios encontrar los míos, y el mundo se desvaneció en una nube de vapor y deseo. El sonido del agua cayendo, el eco de nuestros suspiros y gemidos, todo se mezclaba en una melodía de amor.
El vapor llenaba el baño, creando un ambiente de ensueño. Cada toque era más intenso, cada beso más profundo. La textura de su piel, resbaladiza bajo mis manos mojadas, me hacía sentir como si estuviera explorando un nuevo mundo. Sus manos, firmes y suaves a la vez, encontraron cada punto sensible, cada rincón escondido.
Nos movimos juntos, nuestros cuerpos sincronizados en una danza de placer. La ducha, con su flujo constante de agua caliente, era un tercer amante que nos envolvía en su abrazo. Sentí el calor de su aliento en mi cuello, sus labios dejando un rastro de fuego que hacía que mi piel ardiera. El agua, cayendo en cascada, parecía amplificar cada sensación, cada susurro.
Nos perdimos en el placer, en la intimidad del momento. El agua caía sobre nosotros, borrando cualquier preocupación, cualquier pensamiento. Solo existíamos nosotros dos, envueltos en la caricia del agua y en el calor de nuestro amor. Sentí su cuerpo presionarse contra el mío, su fuerza y su ternura combinadas en una mezcla perfecta.
Cada movimiento era una declaración de deseo, cada toque una confesión de amor. El agua nos unía, nos envolvía en una burbuja de placer y conexión. Sentí sus manos enredarse en mi cabello, sus dedos deslizarse por mi espalda, y cada toque me hacía sentir más viva. Nos amamos con una pasión desbordante, una urgencia que solo el agua caliente podía contener.
Finalmente, alcanzamos el clímax en una ola de sensaciones que nos dejó exhaustos y satisfechos. Nos quedamos abrazados, nuestros cuerpos aún vibrando con el eco de nuestra pasión. La ducha seguía cayendo, un recordatorio constante de la intensidad de nuestro encuentro. Sentí su respiración tranquila junto a la mía, y supe que habíamos compartido algo único, algo que nos había unido de una manera profunda e indescriptible.
La noche se llenó de suspiros y gemidos, de cuerpos que se encontraron y se amaron en la caricia del agua. Cada gota, cada caricia, era una promesa de placer eterno. Y mientras el agua seguía cayendo, supe que esa noche sería un tesoro en nuestra memoria, un momento de puro amor y deseo que siempre llevaríamos con nosotros.
Juan Camilo Rodriguez Garcia .·.
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