sábado, 20 de julio de 2024

La Habitación Secreta....

La Habitación Secreta....



Encontramos aquel lugar por casualidad, una habitación escondida en el rincón más recóndito de la ciudad. Era nuestro secreto, nuestro refugio. La luz tenue de las velas creaba sombras que bailaban en las paredes, y el aroma a incienso llenaba el aire. Nos miramos y, sin decir nada, dejamos que nuestros cuerpos se encontraran en un abrazo ardiente.

Cada rincón de esa habitación fue testigo de nuestras caricias, de nuestros besos desesperados. Nos amamos con una intensidad que solo el secreto puede brindar. En esa habitación, éramos libres de explorar nuestros deseos más profundos, de entregarnos al placer sin reservas.

La puerta cerrada era nuestro pacto silencioso. Nos despojábamos de todo lo que no fuera pasión. El primer contacto fue un choque eléctrico, un despertar de sentidos que se habían dormido en la rutina. Su piel, cálida y suave, era un mapa que mis manos recorrían con avidez. El sonido de su respiración acelerada se mezclaba con el crepitar de las velas, creando una sinfonía íntima que solo nosotros entendíamos.

El olor a incienso, un perfume de maderas y especias, se infiltraba en mis sentidos, intensificando cada sensación. La penumbra convertía la habitación en un mundo aparte, un santuario donde nuestros cuerpos hablaban en un idioma antiguo y familiar. Cada movimiento, cada suspiro, era una declaración de deseo y necesidad.

Nos movíamos con urgencia, con la certeza de que el tiempo en aquel refugio era limitado. Mis dedos se enredaban en su cabello, sus labios encontraban los míos en un beso que sabía a eternidad. Sus manos, exploradoras incansables, trazaban caminos de fuego en mi piel, despertando deseos profundos que parecían no tener fin.

La cama, un altar improvisado, sostenía el peso de nuestra pasión. Nos entregamos a un ritmo primitivo, un baile de cuerpos que se encontraban y se separaban, solo para volver a unirse con más intensidad. La fricción de nuestras pieles, el sabor salado de su sudor, el sonido rítmico de nuestros gemidos... todo se mezclaba en una tormenta de placer que nos arrastraba sin piedad.

Cada rincón de esa habitación secreta se impregnó de nuestra esencia. Los espejos reflejaban imágenes de cuerpos entrelazados, sombras que contaban la historia de nuestra conexión. El suelo alfombrado amortiguaba nuestros movimientos, pero no podía silenciar la pasión desbordante que nos consumía.

En esa habitación, éramos libres de ser nosotros mismos, sin máscaras ni pretensiones. La libertad que sentíamos era intoxicante, una droga que nos hacía querer más, siempre más. Nos mirábamos a los ojos, y en ese encuentro silencioso, leíamos promesas y confesiones que no necesitaban palabras.

El tiempo se desvaneció, convirtiéndose en una sucesión de momentos perfectos. Cada segundo era un regalo, cada caricia una revelación. La habitación secreta se convirtió en un santuario de amor y deseo, un lugar donde nuestros cuerpos y almas se encontraban en su forma más pura.

Cuando finalmente el cansancio nos venció, nos quedamos abrazados, nuestros cuerpos aún vibrando con el eco de nuestra pasión. La luz de las velas se fue apagando lentamente, dejando la habitación en una suave penumbra que invitaba al descanso. Cerré los ojos, sintiendo su respiración tranquila junto a la mía, y supe que habíamos encontrado algo más que un lugar secreto. Habíamos encontrado un refugio para nuestras almas.

Salimos de la habitación secreta al amanecer, dejando atrás el rincón oculto de la ciudad. Pero el recuerdo de esa noche, de cada beso, de cada susurro, se quedó grabado en mi piel. Sabía que siempre habría un rincón en mi corazón que pertenecería a ese lugar, a esos momentos de pura conexión.

La habitación secreta seguía siendo nuestro refugio, un santuario de pasión y amor, un recordatorio de lo que éramos capaces de sentir y vivir. Y cada vez que volvía a ese rincón de la ciudad, sentía la misma emoción, la misma anticipación, sabiendo que dentro de esas cuatro paredes, éramos verdaderamente libres.


Juan Camilo Rodriguez Garcia .·. 

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