Ha llegado el momento de enfrentar aquello que me ha mantenido cautivo, esa sombra invisible que me ha atado al suelo y no me ha permitido alzar el vuelo. Lo que hice, en ese instante, lo hice porque en mi interior creía que era lo correcto . Sí, las cosas no salieron como esperaba, pero, ¿cómo podría condenarme por actuar con la sabiduría que tenía en ese entonces? El pasado es un terreno lleno de trampas, de arenas movedizas que nos arrastran a la nostalgia y el arrepentimiento, pero también es el suelo fértil donde nuestras raíces se hunden, donde surge el alimento que nos nutre para crecer.
Ahora, con la frente en alto y la mirada firme, entiendo que estancarme en el "hubiera" es absurdo . El "hubiera" es un espejismo, un espejismo cruel que nos tienta a desear una realidad alternativa, una que nunca existirá, una que sólo vive en el reino de lo inalcanzable. Regresar al pasado, volver a ese punto en el tiempo, haría lo mismo una y otra vez, porque en ese entonces, no sabía lo que ahora sé . Y eso está bien. El ayer es inmutable, es piedra esculpida en el río del tiempo, pero nosotros, los que habitamos este presente, tenemos el poder de reinterpretarlo, de darle nuevos significados, de extraer las lecciones escondidas entre sus pliegues.
Kierkegaard tenía razón cuando dijo que la vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero debe ser vivida con la mirada puesta hacia adelante . El pasado, ese lugar lleno de memorias y cicatrices, es un sitio de referencia, no un hogar. Lo visitamos para recordar, para aprender, pero no para quedarnos a vivir allí. No está mal regresar, no está mal desempolvar los recuerdos, porque en esos viajes al ayer, encontramos las piezas que se nos habían perdido, las piezas que nos ayudarán a construir el mañana.
Recojo lo olvidado, lo examino con nuevos ojos, y en ese acto, me preparo para seguir avanzando. La vida, con su misteriosa insistencia, nos repite las lecciones una y otra vez, hasta que finalmente las aprendemos . Y cuando las aprendemos, algo cambia dentro de nosotros. El que aprende del error, ya no es el mismo que lo cometió. Ha dejado atrás una piel, ha renacido en alguien mejor, alguien más sabio, alguien más fuerte.
Así, sigo caminando, con el pasado como un viejo mapa que me guía pero no me encierra. Y mientras avanzo, siento el viento en mi rostro, un viento que lleva consigo el susurro de todas las lecciones que la vida aún tiene para ofrecerme . Porque la vida es así, un ciclo constante de caída y ascenso, de error y aprendizaje, de pasado y futuro. Y en ese ciclo, encuentro la fuerza para seguir adelante, para enfrentar lo que venga, sabiendo que cada paso, cada error, me lleva un poco más cerca de quien estoy destinado a ser.
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