viernes, 30 de agosto de 2024

La Danza Cósmica de la Aceptación



 Las estrellas no pelean con el cielo por aparecer solo en la oscuridad, lo hacen con una serenidad que nos recuerda la importancia de aceptar nuestro rol en el vasto tapiz del universo .  Ellas brillan en la penumbra, no porque estén en conflicto con el día, sino porque saben que su lugar está ahí, en el manto nocturno que las acoge .  Del mismo modo, el sol no pelea con la noche por no poder encontrarse con la luna; entiende que su luz y la suave luminosidad lunar tienen tiempos distintos, destinos que no se cruzan pero que, en su propia manera, complementan la totalidad del cosmos .


Nosotros, atrapados en nuestras propias batallas internas, olvidamos que no podemos pelear con la vida que nos tocó, ni con las cosas que nos suceden .  Vinimos aquí para aprender de ellas, para transformarnos a través de las experiencias que nos moldean .  No podemos pelear por las personas que aparecen en nuestro camino, ni por lo que nos hacen vivir, porque, en algún rincón de nuestro ser, escogimos esas vivencias para crecer, para despertar .  Somos la tristeza que nos envuelve en la oscuridad y la alegría que nos despierta con cada nuevo amanecer .  Somos las caídas que sufrimos, pero también somos el levantarnos y aprender de cada golpe que nos da la vida .


En este aprendizaje, somos los maestros de nuestro propio destino .  No vinimos a este mundo a aprender por otros, solo a vivir por nosotros mismos, a saborear cada instante con la plenitud que se merece .  No podemos vivir la vida ajena, pero sí podemos disfrutar la propia, con todos sus altibajos, con todas sus contradicciones .  Es imposible nadar contra la corriente, igual se hace, pero siempre ganará e intentará sacarte a la orilla a donde perteneces, porque la vida tiene un modo peculiar de llevarnos exactamente a donde debemos estar, aun cuando nuestra mente, aferrada a sus miedos, pide tierra firme mientras que el alma navega la vida, buscando siempre nuevas aguas, nuevos horizontes .


La vida, como las estrellas y el sol, no se disculpa por su orden ni por sus ritmos .  Al final, la clave está en entender que cada experiencia, cada emoción, es parte de esa danza cósmica en la que todos participamos .  No se trata de resistir, sino de aceptar que todo tiene su lugar, su tiempo, su razón de ser .  Y en esa aceptación, en ese rendirse al flujo natural de la existencia, es donde finalmente encontramos la paz que tanto buscamos, donde la travesía se convierte en un viaje de descubrimiento, de aprendizaje, de profundo y genuino vivir .

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