Cada día trae consigo la oportunidad de dejar atrás lo que una vez fuimos, de mirar hacia esos horizontes que se despliegan frente a nosotros como lienzos en blanco, esperando ser pintados con nuevas historias. Antes, mis pasos eran pesados, cargados con las sombras de mis miedos, de esas heridas que parecían no sanar nunca. Pero ahora... ahora siento cómo el viento se lleva esas sombras, deshaciéndolas en la brisa, permitiéndome respirar por primera vez en mucho tiempo.
He aprendido que los templos que se derrumbaron en mi vida no eran el final, sino el comienzo de algo más grande, algo que no podía ver mientras estaba atrapado en los escombros. Esos templos, construidos con los ladrillos de mis expectativas y sueños fallidos, tenían que caer para que yo pudiera renacer, para que pudiera ver más allá de sus muros. La luz que emerge dentro de mí es una que nunca había conocido, una que brilla más intensamente porque ha sido templada por el fuego del dolor y la caída. Es como si, al desmoronarse esos templos, se hubiera liberado una energía poderosa, una que estaba reprimida, esperando el momento adecuado para florecer.
Y ahora, esos horizontes se extienden, vastos e infinitos, sin las sombras que una vez me encadenaron. La sombra que me acompaña ahora es diferente, es más ligera, como si flotara a mi lado en lugar de arrastrarse detrás de mí. Ya no me define, no marca mis límites, sino que refleja mi capacidad de ir más allá, de romper barreras y conquistar lo desconocido.
Recuerdo cómo antes cada paso me recordaba el pasado, cómo cada huella que dejaba en el suelo era un reflejo de mis fracasos y miedos. Pero esos caminos, antes manchados por las cicatrices del ayer, ahora se presentan ante mí como senderos vírgenes, limpios, esperando ser recorridos sin la carga de lo que una vez fue. Es un nuevo comienzo, una oportunidad de caminar ligero, de sentir cómo el suelo bajo mis pies ya no tiembla con el peso del pasado.
Al seguir avanzando hacia esos horizontes, me doy cuenta de que ya no soy la misma persona que una vez proyectó una sombra tan pesada. Cada paso que doy es un acto de creación, una afirmación de mi capacidad para reinventarme, para encontrar luz incluso en la oscuridad más profunda. Es en este renacimiento donde encuentro la verdadera libertad, donde puedo volar sin las cadenas invisibles que antes me retenían, sabiendo que los horizontes que se abren ante mí son solo el comienzo de un viaje que apenas comienza.
(Imagen: Un vasto horizonte al amanecer, con un cielo que pasa del azul profundo de la noche a los cálidos tonos naranjas y rosados del amanecer. En el primer plano, una figura solitaria se encuentra de pie, con una sombra ligera y casi etérea a su lado. Los restos de templos derrumbados yacen a su alrededor, fragmentos de un pasado que ha sido dejado atrás. El suelo es suave, como arena que no ha sido tocada, esperando las primeras huellas de un nuevo viaje. La luz del amanecer baña la escena, simbolizando el renacimiento y la promesa de nuevos comienzos.)
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