miércoles, 21 de diciembre de 2016

El Adiós de un sentir...



Algo dentro de mí se detuvo, se quedó en un punto muerto cuando te vi partir. El silencio que quedó en tu ausencia fue tan grande que hizo eco en cada rincón de mi ser, y el desamor, ese navío encallado, se quedó varado en el puerto de mi corazón. Yo te quise, te amé, con una intensidad que aún no logro comprender del todo. ¿Qué fue lo que pasó? Tal vez nunca lo sabré. Hoy, mientras camino, busco en cada paso la motivación para seguir, pero ya no es el camino que me llevaba hacia tu corazón. Hoy, cada huella que dejo es un recordatorio de lo que viví a tu lado, aunque ya no estés aquí.

El sol, que solía calentar mi interior, hoy solo ilumina un camino que se siente frío, desolado. Las flores, antes sonrientes al cielo, hoy no levantan la mirada. Y en este sendero que antes recorríamos juntos, hoy me siento solo, más solo que nunca. Te has ido, llevándote contigo mis ilusiones, mis sueños, dejándome en un horizonte solitario donde las estrellas, aunque brillan, no logran llenar el vacío que dejaste. La luna, mi compañera de tantos sueños, ha desaparecido en el ocaso, y mi brújula, esa que siempre apuntaba hacia ti, ya no tiene un norte.

Quiero gritar, quiero que el mundo sepa del dolor que llevo dentro, pero la soledad me aprisiona, me impide hacerlo, porque temo no escuchar ni siquiera un eco en respuesta. Hoy, mientras recorro fielmente mis sentimientos, los veo reflejados en el agua de la sinceridad, y esa oscuridad que me envuelve parece apagar las pequeñas luces que alguna vez me guiaron. Pierdo la ilusión de volverte a ver, de sentir de nuevo esa conexión que creía indestructible. Me doy cuenta de que confié el tesoro de mis sentimientos en tus manos, y ahora ese tesoro yace oculto en las aguas del olvido que rodean tu camino.

Te has alejado, y siento cómo mi ser se desmorona a tus pies. Clamo piedad, no solo a ti, sino a todo lo vivido, a lo soñado. Pido fe en el amor, pido una chispa de luz en tu ser, pido ver de nuevo ese brillo que un día ilumino mi vida. Pero sé, lo sé muy bien, que ahora caminas al lado de alguien más. Ahora, tú eres su motivación, y mi dolor, ese que se desborda en lágrimas, es solo un reflejo de lo que fui y de lo que ya no soy para ti.

Me siento solo, desamparado, pero sé que no puedo quedarme aquí, en este cruce del camino donde llevo sentado, observando amaneceres que ya no son míos. He contemplado un sueño que se hizo realidad para alguien más, y aunque eso me rompe, también me reconforta saber que, de alguna manera, contribuí a tu felicidad. No puedo ser egoísta con lo que brilla en ti, aunque me duela. Debo levantarme, debo seguir, porque este caballero tiene que continuar su camino. Mi corcel, ese que me ha acompañado en tantas tormentas, me anima a retomar la marcha.

Hoy, dejo mi pañuelo lleno de dolor en el camino, limpio mis ojos y me vuelvo a poner la armadura. No para ocultar mis sentimientos, sino para recordar que, aunque caigamos, siempre habrá algo que nos motive a seguir cabalgando. Hoy, me despido de ti, pido a Dios que te proteja y que su luz te guíe, porque vales mucho, porque fuiste el sol más hermoso que haya calentado mi alma.

No te digo adiós, sino hasta siempre. Hoy, viajo al mundo de tus recuerdos, donde seré solo una huella más en tu caminar. Me despido con un beso desde lo más profundo de mi corazón y un grito al viento: ¡Te amo! Que aunque no tenga eco, sé que llegará a ti. Gracias por los amaneceres más hermosos que compartimos, gracias por haber sido esa luz en mi vida. Ahora, esa luz es parte de mi pasado, y debo seguir adelante.

Levanto los ojos al cielo y me lleno de energía para continuar, porque si hoy no fue un ideal, sé que el mañana lo será. Solo es cuestión de recibir la luz del sol sin olvidar sentir su calor... Adiós, mi niña con ojos de vida y sonrisa de universo... Este niño, tu niño, sigue su caminar con el alma de un guerrero, buscando siempre el tesoro que llamamos amor.

Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

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