miércoles, 21 de diciembre de 2016

Y el ocaso dibujó sus rayos en mi corazón....



Y cuando el sol despierta al amanecer, su luz renace, inundando de vida las llanuras adormecidas, pintando cada rincón con un brillo que solo la naturaleza puede esculpir. Las flores, con su belleza tímida, abren sus pétalos al son de esa luz dorada, riendo en colores que parecen cantar la canción de la vida misma. Y mientras ellas celebran, la luna, en su danza eterna, se despide de su amado sol. Lo hace con un último suspiro de luz, acompañada de un manto de estrellas que la sigue, como un cortejo silencioso que promete volver en el siguiente ciclo del universo.

El sol y la luna, en ese juego de encuentros y despedidas, nos enseñan que la vida es un constante renacer. Que en cada ocaso hay una promesa de amanecer, en cada noche una esperanza de día. La esencia de su luz, esa que nos envuelve incluso cuando no la vemos, dibuja rayos en lo más profundo de nuestro ser. A veces, en la prisa de la vida, olvidamos detenernos para sentir ese calor, ese abrazo cósmico que siempre está presente, rodeando nuestras vidas con una energía que nos conecta con todo lo que nos rodea.

Porque somos testigos, sin darnos cuenta, del amor que el cosmos nos brinda. Un amor que no pide nada a cambio, pero que se manifiesta en cada destello de luz, en cada sombra, en cada resplandor que compartimos con los demás. Y es en esa conexión, en ese reflejo que vemos en los ojos de quienes amamos, donde encontramos nuestra propia luz, nuestro propio amanecer de felicidad.

Es cuestión de escuchar, de sentir. De dejar que el eco de nuestro corazón resuene con el del universo. Solo entonces podemos ver cómo brilla ese sol interno que todos llevamos dentro, ese sol que, junto a la luna, danza en un ciclo interminable de amor y luz. Solo amanecemos para buscar nuestro horizonte, para alzar los ojos al cielo y llenarnos de esa energía que nos impulsa, que nos motiva, que nos hace vivir. Y al hacerlo, no solo llenamos nuestro propio corazón, sino que iluminamos el de los demás, como un faro que guía en la oscuridad, como un amanecer que promete un nuevo día.

Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

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