Imagina un mundo donde el sonido de las olas no es solo un murmullo en la distancia, sino un susurro íntimo que se mezcla con el calor del sol, impregnando cada rincón de tu ser con una vibración profunda, que resuena en lo más hondo de tu alma. Es como si cada ola, con su vaivén, trajera consigo una parte del universo, depositándola suavemente en la orilla de tu conciencia, recordándote que estás vivo, que eres parte de algo más grande, algo que trasciende la mera existencia.
Y en medio de este escenario, tu voz se eleva, no como un simple sonido, sino como una corriente invisible que atraviesa el espacio, sorteando las barreras de la realidad, buscando conectar con ese círculo sagrado que nos une a todos, a los hombres, a la esencia misma de lo que somos. Es un eco de tus deseos más profundos, esos que a menudo ignoramos, sepultados bajo las capas de la rutina y la superficialidad de un destino que a veces parece escrito en una lengua que no comprendemos del todo.
Pero cuando te detienes, cuando escuchas, cuando sientes... Ahí es donde ocurre la magia. Al contemplar la luna, esa esfera plateada que cuelga en el cielo nocturno como un espejo del alma, ves reflejado en su luz algo más que un simple astro. Ves tus deseos más íntimos, esos que laten con fuerza en lo más profundo de tu ser, esperando el momento de salir a la superficie, de manifestarse en toda su belleza. Porque, en el fondo, esa energía que sientes, esa chispa que a veces crees haber perdido, nunca se ha ido. Está ahí, esperando, latiendo con un pulso suave pero constante, esperando que la reconozcas, que la abraces, que la dejes brillar.
Y es en ese reconocimiento, en esa conexión con tu esencia, donde encuentras el verdadero sentido de todo. El mundo deja de ser un lugar frío y distante, y se convierte en un reflejo de tu propio ser, un espejo en el que ves no solo tus deseos, sino también tus miedos, tus alegrías, tus tristezas. Todo aquello que te hace humano, que te hace sentir, que te hace vibrar con la intensidad de un rayo de sol atrapado en la espuma de una ola, o con la serenidad de la luna iluminando la noche.
Entonces, cada paso que das, cada respiración que tomas, se convierte en una manifestación de esa energía, de ese deseo de vivir, de sentir, de ser más de lo que las circunstancias te permiten ser. Y te das cuenta de que no necesitas más que eso, que esa conexión con la vida, con el universo, es todo lo que necesitas para encontrar la paz, la felicidad, la plenitud.
Así que, cuando te sientas perdido, cuando el peso de la vida te abrume, recuerda ese sonido, ese susurro de las olas, ese calor del sol, esa luz de la luna. Recuerda que, en lo más profundo de tu ser, siempre está esa chispa, esa energía que te conecta con todo, que te hace ser quien eres, y que, a pesar de todo, siempre te guiará de vuelta a ti mismo.
Por: Juan Camilo Rodriguez .·.
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