Si alguna vez me preguntas cómo es que las flores crecen, te diré que lo hacen con una necesidad casi desesperada de alcanzar el cielo, como si en ese acto de ascensión hallaran el propósito de su existencia. Pero, lo que me intriga, lo que realmente me fascina, es cómo logran llenarse de tanta belleza, cómo cada pétalo se construye con una delicadeza que parece desafiar el tiempo. Es como si se alimentaran de un río invisible, un torrente de vida que fluye desde las entrañas de la tierra, mezclándose con el amor incondicional de esa madre que las acuna y las nutre.
Ellas, las flores, siempre están mirando hacia arriba, hacia esas nubes que parecen pintadas por una mano invisible, que juegan con formas y sombras que nosotros, simples mortales, no siempre podemos descifrar. Pero ellas, ellas encuentran en esas figuras el reflejo de un mundo que imagino está lleno de sueños, un mundo donde cada sensación que viven se convierte en un pétalo, un fragmento de su ser que habla de la vida misma. Y desde el instante en que emergen de la tierra, no lo hacen para ser admiradas por nosotros, sino para declararle a la vida que los colores que portan son su celebración, su grito de alegría por estar vivas, por pertenecer a este gran círculo que es la existencia.
No importa cuántas veces las veas mirando al sol o a la luna con esos ojos invisibles, siempre sabrán de dónde vienen. Nunca olvidan sus raíces, porque entienden que no solo se alimentan de luz, sino de la tierra que les dio vida, de ese padre y madre que, desde el principio, les brindaron todo lo necesario para que, siendo apenas una semilla, se convirtieran en exploradoras de la vida. Y es ahí, en esa dualidad de luz y tierra, donde reside su verdadera belleza. No es solo el color de sus pétalos lo que las hace hermosas, sino la sabiduría que guardan en su corazón, una sabiduría que habla de la conexión con todo lo que las rodea.
Así que, la próxima vez que te encuentres contando los pétalos de una flor, buscando en ellos un propósito, recuerda que cada uno de esos pétalos es el resultado de un deseo, un anhelo profundo de la flor. Y si logras alinear tus propios deseos con ese propósito, quizá, solo quizá, ella te guíe en el camino de crecer, sin olvidar nunca de dónde vienes, sin perder de vista tus raíces, esas que te conectan con la esencia misma de la vida.
Por: Juan Camilo Rodriguez .·.
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