miércoles, 21 de diciembre de 2016

La pasión de una rosa…



Hoy, mientras acaricio los pétalos de mi flor, siento cómo mi aliento se convierte en un suave rocío que despierta su ser. Cada beso que deslizo sobre ella es como la brisa fresca de la mañana, esa que despierta los colores dormidos en su interior, haciendo que su universo explote en un destello de vida. Sus pétalos, radiantes y erguidos al sol, me hablan de la pasión que brota desde lo más profundo de su ser, un amor que se exhala en el aroma que sus poros liberan, una fragancia que me seduce, que me llama a perderme en ella.

Las hojas, esas que parecen nubes suaves, me envuelven con el calor de su sensualidad. Sus colores se despliegan ante mí, y me sumerjo en su polen, en ese perfume hipnótico que me atrae, que me invita a un ritual donde nuestros cuerpos se encuentran en un esplendor sin igual. Es como si el día y la noche se unieran en un solo rayo de luz, un brillo que explota en el firmamento, llevando consigo el latido de nuestras almas, que se agitan con la intensidad de la vida.

En ese instante, ella deja brotar los rojos colores del arco iris, esos que beben de mis manantiales de pasión. El viento, cómplice de este momento, acaricia la superficie de sus pétalos, y nuestros corazones, acelerados, llaman al cielo para que juntos podamos dibujar los colores que vibran al unísono. Ese pequeño capullo, que guarda la flor de su interior, se abre ante mis ojos, revelando una belleza que me deja sin aliento, que me llena de asombro.

Mis lágrimas, inevitables, fluyen al sentir que he besado a mi flor, que he participado en este ritual cósmico de colores y cuerpos. Es un momento donde el cosmos entero parece detenerse, donde la pasión se convierte en un puente entre lo terrenal y lo divino. Y ahí, en ese encuentro, en esa fusión de almas, descubro que la verdadera belleza, la verdadera pasión, reside en lo que creamos juntos—en el éxtasis compartido, en la luz que emana de cada latido que damos al unísono.

Hoy, he vivido el ritual de los colores, he sentido en mis manos el pulso del universo, y he sido testigo del amor en su forma más pura y vibrante


Por: Juan Camilo Rodriguez .·.

No hay comentarios:

Publicar un comentario