¿Qué es la vida? me pregunto, mientras el viento sopla suavemente, llevándose consigo los ecos de un día que ya no es. ¿Es destino, es miedo, es amor? A veces siento que la vida no es más que una mezcla de todas estas cosas, un torbellino de emociones y experiencias que nos arrastran, nos moldean, nos dejan marcas profundas. Pero entonces, ¿qué es el tiempo? ¿Es acaso el pasado que se aferra, el presente que se desvanece, o un futuro que nunca parece tomar forma? Tal vez el tiempo sea simplemente eso: pasados latentes, presentes ausentes, futuros inconsistentes. Una ilusión, una constante lucha por comprender lo que se escapa entre nuestros dedos.
Y el amor, ¿qué es el amor? A veces creo que es olvido, otras veces rutina, quizás compañía... o tal vez sea la vida misma, con sus altibajos, con sus promesas y decepciones, con su capacidad de sanar y destruir. Es un enigma que nunca dejo de cuestionar, que siempre me desafía.
Ella levantó la mirada, su brillo tenue aún reflejando el peso de un presente que se siente como una carga. Pero en sus ojos había suspiros de lo ausente, de lo que se ha ido y no volverá. Estaba llena de olvidos, olvidos de sí misma, aún marchita de dolor, como una flor que ha visto demasiadas tormentas. Sus pensamientos volvían una y otra vez al pasado, preguntándose qué sucedió, cómo todo cambió tan rápido. Era como si su corazón estuviera congelado en esos momentos de dolor, incapaz de recordar cómo se siente el amor.
Intentaba deshojar esos recuerdos, uno por uno, como se deshoja una rosa de pétalos marchitos, tratando de limpiar su alma, de encontrar un destello de luz en esos refugios de sequía y desamor que la habían marcado. Y fue entonces cuando, en medio de su dolor, encontró una flor. Una flor hermosa, asustada como ella, con un temor profundo. Pero algo la impulsó a acercarse, a tocar esa mejilla con suavidad, a liberar esos cabellos que caían sobre su rostro. En ese simple gesto, reconoció la belleza que la rodeaba, una belleza que había estado allí todo el tiempo, oculta, esperando a ser descubierta.
Tal vez ese encuentro era prohibido, tal vez estaba destinado a permanecer escondido, pero sucedió. Sucedió cuando menos lo esperaba, cuando aún no veía un camino claro, cuando el destino, en su misteriosa forma, lo permitió. Y en ese instante, algo dentro de ella comenzó a sanar, a florecer de nuevo, recordándole que, aunque la vida, el tiempo y el amor sean enigmas sin resolver, siempre habrá espacio para la belleza, para la esperanza, para un nuevo comienzo.
Por: Juan Camilo Rodriguez .·.