El silencio de mi alma se sumerge en la nada, donde las voces se apagan y solo queda la esencia, pura e inmutable. En esa oscuridad, no hay necesidad de luz, de formas que guíen, ni de caminos que marquen un destino. Estoy oculto en la soledad, inmerso en un destino que parece estar siempre en movimiento, viendo cómo los cambios se despliegan ante mis ojos, cómo los senderos se multiplican, invitándome a crecer.
La vida, en su infinita sabiduría, estrecha los caminos, obligándome a mirar dentro de mí, a expandir el sentir más allá de lo que creía posible. Cada parte de mí responde al llamado, cada partícula de mi ser vibra con una nueva energía, transformándose en algo más. La razón pierde su lógica, y lo que antes parecía finito ahora se abre al infinito, sin un final claro en el horizonte.
La fe en los sentidos trasciende el simple acto de creer. Es una fe que se siente en la piel, que se vive en cada respiración, en cada latido. El día y la noche se enredan en una danza eterna, una competencia de luz y oscuridad que no tiene ganador, solo un equilibrio perfecto que mantiene todo en su lugar.
Los maestros, aquellos que han recorrido este camino antes que yo, inclinan la balanza hacia la transformación. Algunos responden al llamado cósmico, iniciando su propia crisálida de cambio, mientras otros se aferran a lo físico, ocultando su miedo a lo desconocido. Pero todos, sin excepción, hemos sido llamados a este crecimiento de luz.
Dentro de cada uno de nosotros, un maestro se hospeda, esperando el momento adecuado para despertar, para guiarnos en este viaje. Solo está en nuestras manos transformar ese cambio, armarse de valentía y amor, equiparse con la esperanza necesaria para dar el siguiente paso. El crecer está escrito en las estrellas, y las verdades que encontramos en el camino son las que nos transforman.
Nuestro centro, ese ego que tanto nos define, encuentra su destierro en el corazón del universo. Al escuchar el llamado del cambio, empezamos a crear la melodía de la vida, una sinfonía que resuena en cada rincón de nuestro ser, que nos impulsa a seguir adelante, a transformar, a ser.
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