¿De qué valen los cuerpos si no existe amor que los encienda, que los haga vibrar más allá de lo físico? ¿De qué valen esas miradas, si ya no hay pasión en ellas, si se han convertido en simples reflejos vacíos de lo que alguna vez fue? La lujuria, sin sentido, se deshace en razones, se pierde en un mar de justificaciones que no alcanzan a llenar el vacío que deja la falta de sentimiento.
¿De qué valen las caricias si se congelan en silencios incómodos, si en lugar de calentar, enfrían? ¿Y tus besos, esos que alguna vez fueron chispa, de qué sirven si ya no transmiten nada, si se han vuelto gestos mecánicos, desprovistos de alma? Las creencias, tan fuertes alguna vez, ¿qué valor tienen ahora si has olvidado escuchar, si las palabras que antes eran sagradas se las lleva el viento sin dejar rastro?
Las expectativas, esas que construimos juntos, se desarman en el olvido, en un rincón oscuro donde ya no tienen sentido. ¿De qué sirven los caminos que trazamos si los pasos que debíamos dar se quedaron estancados, sin avanzar? Y los silencios... esos silencios que antes eran confortables, ahora se han vuelto abismos, porque tus ojos ya no brillan, se han apagado en penumbras que no alcanzo a entender.
La pasión, que alguna vez fue nuestro motor, se ha convertido en una rutina, en un cuadro que siempre dibuja lo mismo, sin matices, sin vida. ¿De qué sirve tu cuerpo, ese que solía calentarme, si ahora solo enfría el mío, si ha perdido su capacidad de hacerme sentir vivo? Los días pasan, pero se sienten vacíos, porque tu tiempo ya no está aquí, está lejos, en un lugar al que ya no tengo acceso.
¿De qué sirve mi tiempo, si no lo compartes conmigo, si no lo escribes junto a mí en esta historia que se va desvaneciendo? Los libros que tanto amábamos, que nos definían, ¿qué sentido tienen ahora si no describen lo que siento, si ya no reflejan nuestra realidad? Mi verdad, esa que te ofrecí sin reservas, ¿de qué vale si ahora la usas como fachada, si la escondes detrás de apariencias?
Tus curvas, que alguna vez fueron mi obsesión, ahora solo dibujan apariencias, una belleza que ya no logro conectar con lo que siento. ¿Y tus lágrimas? ¿Esas que solías derramar con sinceridad? Ahora se evaporan, cargadas de falsedad, perdiéndose en el aire antes de tocar el suelo. Mis sueños, esos que colgué junto a los tuyos, se han quedado colgando en el olvido, olvidados, como una promesa que nunca se cumplió.
Por: Juan Camilo Rodriguez Garcia
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