Silencio de Soledad....
En la danza interminable de la vida, nos encontramos buscándola - la Soledad. Es un eco perpetuo, resonando en los rincones más profundos de nuestra mente, incluso en la ausencia del silencio. El silencio, una entidad difusa, se matiza con sonidos inacabables, creando una sinfonía que mi ser intenta descifrar sin éxito.
En ese intento, mi ser humano se transmuta, buscando una trascendencia que parece siempre fuera de alcance. Esa trascendencia, eternamente inconclusa, tiñe mi razón con matices de duda y certeza. La razón, en su fría lógica, me aleja del corazón, ese órgano que anhela escribir mi destino con la tinta de los sentimientos.
Los sentimientos, esos caprichosos viajeros, van y vienen, luchando por el dominio de mi mente. La mente, en su incesante racionalización, intenta esclavizar mi destino, dibujándolo con líneas que no siempre coinciden con mi voluntad. Supongo que mi destino está escrito, una excusa conveniente para evitar el arduo trabajo de discernir el presente y el pasado, y de esperar pasos hacia el futuro.
El futuro, ese concepto escurridizo, a menudo planeado, subestimado, y lleno de posibilidades sin cerrar. Son esas posibilidades las que, si tenemos suerte, pueden alinearse con nuestras creencias más íntimas, impulsándonos hacia adelante. Ese impulso, una fuerza vital y energética, es lo que mueve nuestras vidas.
Nuestras vidas, que comenzaron en el silencioso resguardo de un vientre. Un vientre que elegimos al regresar a la vida, indicando que nuestro ser no se inicia al nacer, sino con el principio mismo de la existencia. Existir para vivir, una paradoja infinita que nos define.
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