lunes, 13 de junio de 2016

Un viaje del alma a lo humano....


Un viaje del alma a lo humano....


El alma, en su profunda esencia, conoce la soledad en su forma más pura y desnuda. Esa soledad que no se comparte ni se comunica, simplemente existe. El ser, por su parte, se une al cuerpo en un lazo indestructible, aunque esa unión no deshace la soledad inherente que cada individuo lleva consigo.

El tiempo, implacable y silencioso, marca nuestro camino. La vida, en su implacable avance, nos lleva de la mano por senderos desconocidos. Las experiencias, aquellas que nos hacen reír, llorar y soñar, se convierten en el equipaje que cargamos. Es un equipaje pesado, pero invaluable, porque es lo único que perdura más allá de este viaje llamado vida.

Es vital creer en uno mismo por lo que realmente somos, no por lo que pensamos que deberíamos ser. Ayudar a los demás no es solo un acto de altruismo, sino una forma de ayudarnos a nosotros mismos. Cada acto de bondad que ofrecemos nos transforma, y es esa transformación la que nos permite cambiar el mundo a nuestro alrededor.

Amar sin reservas, sin límites, nos llena de sentimientos puros y evita que el rencor eche raíces en nuestro corazón. Crecemos con cada acto de amor, y es ese crecimiento del alma lo que nos prepara para el regreso al amanecer de nuestra existencia. Siempre comenzamos desde el fondo, pero el mundo nunca deja de girar. Lo que hoy es nuestro punto más bajo, mañana puede ser nuestra cima. Por eso, es crucial liberar nuestros miedos y no permitir que nos paralicen.

No cargues con el peso del mundo sobre tus hombros para demostrar cuánto puedes soportar. No sostengas un presente vacío ni un futuro sin esperanza. Guíate por tu corazón e instinto, no por el ego o la superficialidad. Alimenta tus pasos con humildad para abrirte al verdadero conocimiento. No juzgues más allá de tu sombra, pues solo opacarías tu propio reflejo. Vive con autenticidad, porque la novedad por sí sola pronto perderá su sentido.

El principio y el fin de toda vida se reducen a tres elementos: el amor, la transformación y el cambio. Solo estos pueden guiar nuestro regreso al principio, al origen de todo. Ahí, en ese punto de inicio y final, entendemos que todas las almas están conectadas por un lazo invisible pero inquebrantable.

El sol se pone, arrojando un resplandor dorado sobre el horizonte. El aire se llena del susurro de las hojas y del aroma fresco de la noche que se avecina. Es en estos momentos de quietud cuando más sentimos la soledad del alma, pero también su profunda conexión con todo lo que nos rodea. Nos damos cuenta de que, aunque estamos solos, nunca estamos realmente solos.

La vida es un ciclo continuo de amaneceres y atardeceres, de comienzos y finales. Cada experiencia, cada recuerdo, es una lección, un fragmento de la gran historia de nuestra existencia. Es en estos fragmentos donde encontramos el verdadero significado de nuestro viaje. La fe, la esperanza y el amor son nuestras guías en este trayecto. Nos ayudan a recordar que, aunque el camino pueda ser difícil, siempre hay una luz al final del túnel, una cima después del valle.

Así que, mientras el mundo sigue girando y nosotros seguimos avanzando, recordemos siempre vivir con amor, transformarnos constantemente y abrazar el cambio. Solo así podremos regresar al amanecer de nuestra existencia, más sabios, más fuertes y más conectados con el universo que nos rodea.


Por: Juan Camilo Rodriguez .·.


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