jueves, 23 de junio de 2016

En la sincronía del Universo...


Los sonidos se esconden en los muros de la eterna soledad, como ecos que alguna vez resonaron con fuerza, pero que ahora se desvanecen en el vacío. Las voces claman, añorando sus cuerpos, sus retornos a la inmensidad, como si en ese grito desesperado buscaran la conexión perdida con el todo. Los caminos, esos que alguna vez parecían inciertos, ya están escritos. Y con ellos, los días se hacen infinitos, repitiéndose en un ciclo que parece no tener fin, pero que está cerca de agotarse.

El legado ha sido entregado, y nuestro destino, alguna vez incierto, se ha transformado. La energía, esa fuerza vital que mueve todo lo que somos y lo que seremos, comienza a ganar su batalla. El universo, con su inmensidad silenciosa, nos muestra lo finito de nuestro existir, nos recuerda que, aunque creamos tener todo el tiempo del mundo, en realidad, nuestros días están contados.

Ciegos a nuestro propio mundo, sordos al llamado que nos hace la existencia, y mudos ante el sufrimiento que ignoramos, hemos perdido el rumbo. Pero el cambio se aproxima, se siente en el aire, en la forma en que el viento susurra promesas de renovación. Ese cambio comienza a descender, como una lluvia suave que al principio es imperceptible, pero que con el tiempo lo transforma todo.

El ciclo sin fin, ese en el que nos hemos perdido, se agota. Las vivencias que alguna vez fueron únicas, ahora solo se copian, repitiendo patrones que nos alejan de lo esencial. Nuestro reino, ese que creíamos inquebrantable, se apaga ante la luz del infinito desconocido. Ya no importan las creencias que alguna vez defendimos con tanto fervor, ya se agotan las indolencias que nos permitieron mirar hacia otro lado.

Nuestro llamado a ser sabios se activa, como una chispa que enciende la conciencia dormida. El vínculo que tenemos con la luz, esa conexión que siempre estuvo ahí, transmuta en realidad, se hace tangible, se convierte en la única verdad que importa. El gran maestro, ese que siempre ha estado observando desde las sombras, ha fraguado los tiempos de regresar, de volver al no tiempo, donde los conceptos se desvanecen, donde los preceptos, las religiones, las oraciones ya no tienen poder sobre nosotros.

El ego, ese que nos hizo girar en un sinfín de letargo, se disuelve. La ignorancia, esa que nos alejó del camino, se desvanece. Poco queda ya para el nuevo amanecer, poco para el nuevo crecer. El momento está cerca, en ese no tiempo de nuestras vidas, en ese día que se quedará sin noche. Los maestros volverán, y con ellos, la sabiduría, la comprensión, la capacidad de prevalecer y de transmutar todo lo que hemos sido en lo que estamos destinados a ser.

Por:
Juan Camilo Rodriguez

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