Escribo de un amor que no se conforma con las reglas de este mundo. Un amor que se ríe de los relojes, que no entiende de tiempos exactos pero sí de momentos perfectos. Es ese amor que te espera en la esquina de una calle desconocida, que te mira a los ojos y te invita a seguir caminando, juntos, aunque no sepas a dónde.
Escribo de un amor que, a pesar de la distancia, construye puentes con palabras. Palabras que se transforman en abrazos cuando los kilómetros nos separan. Es un amor que, aunque empezó como un fuego voraz, ahora se mantiene con una llama constante, una llama que no se apaga, aunque el viento sople fuerte.
Es un amor que no necesita de reglas para existir. Un amor que nos permite ser libres, pero que siempre encuentra su camino de regreso al otro. Escribo de un amor que se nutre de diferencias, de culturas lejanas, de pasados que parecían imposibles de unir. Y sin embargo, aquí estamos, construyendo nuestra propia verdad, nuestra propia historia.
Escribo de un amor que, al principio, fue de mentiras, de miedos, de dudas. Pero esas mentiras se transformaron en verdades tan puras que se reflejan en mi alma. Un amor que no necesita de castillos ni de cuentos de hadas, porque nuestra historia se escribe en los pequeños gestos, en los detalles que solo nosotros entendemos.
Es un amor que no pide palabras, porque se instala en el corazón con un solo beso. Es un amor de tierras ajenas, de aventuras nuevas, de cuentos que nunca terminan. Y aunque la soledad a veces nos toca, siempre encontramos el camino de vuelta el uno al otro.
Escribo de mis errores, de mis tropiezos. Pero también escribo de cómo aprendí a levantarme, de cómo juntos construimos algo más grande que nosotros mismos. Escribo de un amor que se eleva, que siente el viento en sus alas y que crece, incluso cuando no estamos volando. Un amor que se prometió sin necesidad de promesas, que se comprometió en el reencuentro y que encontró su lugar en el firmamento.
Este amor es caprichoso, valiente, lleno de entendimientos que solo nosotros compartimos. Es un amor que brilla en los ocasos y oscurece los amaneceres, pero que siempre encuentra la manera de contemplarlos juntos. Escribo de un amor que se hace canción, que resuena en mi alma y que seguiré escribiendo hasta que la vida me lo permita.
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