La vida. Ese misterio insondable que, al principio, nos envuelve en una carrera frenética por encajar, por sobrevivir. Pero, ¿cuándo fue que empezamos a preguntarnos por qué? ¿Cuándo nuestros pasos dejaron de ser meros movimientos mecánicos para convertirse en una búsqueda de sentido? Vivimos llenando nuestros días de cosas, de lujos, de una falsa seguridad que nos hace creer que estamos a salvo de lo inevitable. Pero, ¿realmente lo estamos?
Al final, todos somos sombras del pasado, arrastrando culpas que no nos pertenecen, brillando como diamantes en la oscuridad, tratando de dar sentido a nuestras pasiones, a nuestros desmanes. Y mientras corremos tras el éxito, tras el reconocimiento, nos olvidamos de preparar esa última partida. La muerte, silenciosa y paciente, nos espera en el umbral. Y cuando llegue, ¿estaremos listos?
El vivir, en su incesante avance, silencia nuestras preguntas más profundas. Nos distrae con el "cómo" y el "cuándo", mientras que el "por qué" y el "hacia dónde" permanecen en las sombras. Pero esas preguntas, aunque las evitemos, siguen ahí, latentes, esperando el momento de ser respondidas.
Es irónico, ¿no? Pasamos la vida acumulando cosas, rodeándonos de comodidades y apariencias, pero cuando llegue el momento, no podremos llevarnos nada de eso. Ni el dinero, ni los títulos, ni las posesiones. Solo quedará la esencia de lo que fuimos, de lo que hicimos, de lo que amamos.
Y entonces, en ese último suspiro, nos daremos cuenta de que la verdadera riqueza no está en lo que tenemos, sino en lo que somos. En cómo vivimos, en cómo amamos, en cómo enfrentamos nuestros miedos y abrazamos nuestras pasiones. Porque al final, lo único que nos llevaremos será eso: la experiencia de haber vivido plenamente, de haber amado sin reservas, de haber sido fieles a nosotros mismos.
Así que, mientras estemos aquí, vivamos con la consciencia de que cada día es una oportunidad para ser más, para amar más, para preguntarnos más. Porque, aunque la muerte nos recuerde que "hasta aquí fue", lo importante es lo que hicimos hasta llegar a ese punto. Y si lo hicimos bien, no tendremos miedo de lo que venga después.
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