Volver a la Fuente: Reflexiones de un Alma
Errante..
Volver a la fuente, como hijos de luz, es un viaje intrínseco y misterioso. En la arquitectura indescifrable del universo, formamos humanidad sin llegar a universalidad. Somos un punto finito, pero el espíritu lo hace infinito. Navegamos la vida, y sin darnos cuenta, la vida empieza a vivirnos.
Muchos olvidan su esencia, cegados por el dinero, el poder o el placer. Beben del vino, esperando olvidar el camino truncado que algún día deberán retomar. Otros siguen caminos religiosos, cegando su fe en libros que predican evitar el pecado para alcanzar la existencia eterna.
Yo, en cambio, miro a mis demonios a los ojos. No olvido su existencia, pues en ellos encuentro sentido a mi vivir. Hablan del bien y el mal, y al final, discernir es lo que cuenta. Juzgar nos permite pensar en lo que es bueno y continuar. Pero nada garantiza que de un pensamiento surja una realidad universal ni un designio popular, solo en el paso del karma dejaremos de buscar.
Nos preguntamos sin cesar quiénes somos y hacia dónde vamos. Nos llenamos de realidad, fe o soledad. Pensamos, vivimos y sentimos, pero aun así, la vida se nos agota sin parar.
Fe, destino o realidad, no sabemos qué escoger. Pero en vida, siempre podemos resolver. Será el destino entonces quien guíe el recorrer, y nosotros construyamos un presente y un ayer.
En una noche silenciosa, en medio de un desierto bajo un cielo estrellado, siento la inmensidad del universo. El aire fresco acaricia mi piel, trayendo consigo el olor a tierra y a misterio. Las estrellas titilan como luces lejanas, recordándome lo pequeño y finito que soy.
Me siento en una duna, el viento sopla suavemente, y mis pensamientos se vuelven hacia el pasado, hacia los caminos que he tomado y los que he dejado de lado. Me pregunto sobre el sentido de todo esto, sobre las decisiones que han marcado mi vida.
El sonido del viento en el desierto es como un susurro, un eco de mis propios pensamientos. A lo lejos, las montañas se alzan como sombras misteriosas, guardianes de secretos antiguos. Siento una paz extraña, una conexión con algo más grande que yo.
En mi mente, imagino los rostros de aquellos que he conocido, las experiencias que he vivido. Recuerdo las risas, las lágrimas, los momentos de soledad y de compañía. Todo parece tan fugaz, tan efímero.
Cierro los ojos y dejo que mis pensamientos fluyan. Siento la energía del universo, la conexión con todo lo que existe. Me doy cuenta de que, a pesar de todo, soy parte de este vasto misterio, una chispa en la oscuridad.
La vida es un viaje, un constante descubrir y redescubrir. Nos movemos entre la luz y la sombra, entre el conocimiento y la ignorancia. Cada día es una oportunidad para aprender, para crecer, para acercarnos un poco más a la verdad de nuestra existencia.
Hay momentos en los que me siento perdido, sin rumbo. Pero luego, algo me recuerda que no estoy solo, que hay una fuerza que me guía, que me sostiene. Esa fuerza es el amor, la esperanza, la fe en que hay algo más allá de lo que puedo ver.
Al final del día, me doy cuenta de que la vida no se trata de encontrar todas las respuestas, sino de hacer las preguntas correctas. Se trata de vivir con autenticidad, de amar sin reservas, de ser fiel a uno mismo.
Y así, sigo adelante, un paso a la vez, confiando en que el camino se revelará ante mí. Porque al final, lo que realmente importa no es el destino, sino el viaje.
Por: Juan Camilo Rodriguez .·.
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