El Sendero de la Vida...
Seguir nuestro destino, eso se llama vivir. Intentar cambiarlo, bueno, eso es aprendizaje. Al presente le decimos vida, una palabra tan simple para algo tan complejo. El pasado se convierte en anhelos, recuerdos dulces y amargos que cargamos como un viejo álbum de fotos. El futuro, ah, la incertidumbre que nos mantiene despiertos por la noche, preguntándonos qué vendrá después.
Los sentimientos, esos caprichosos compañeros de viaje, los conocemos como pasos. Cada emoción, cada latido, es una huella en el sendero de nuestra existencia. Las personas que amamos, los verdaderos maestros, nos enseñan lecciones valiosas con cada encuentro, cada despedida.
El rencor, ese veneno silencioso, se convierte en freno. La envidia, una distracción que nos aleja de nuestro verdadero propósito. La muerte, aunque temida, es en realidad una renovación, un ciclo interminable. Las religiones, la política y las creencias se convierten en cadenas que a veces nos atan más de lo que nos liberan. Y los fanatismos, esos extremos peligrosos, son la esclavitud de la mente.
El tiempo, ese implacable maestro, nos enseña que todo tiene un final. Las riquezas, por más brillantes que sean, actúan como anclas que nos impiden movernos libremente. Los motivos, esas chispas que encienden nuestra pasión, nos impulsan hacia adelante, mientras que los olvidos se pierden en el destino.
Y al amor, esa fuerza infinita, lo llamamos eternidad. Porque es lo único que trasciende el tiempo, lo único que nos acompaña más allá de esta vida. No te sorprendas por lo que has vivido o dejado de vivir. Sorpréndete, en cambio, por el aprendizaje que elegiste al venir a vivir tu destino.
Por: Juan Camilo Rodriguez .·.
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