jueves, 23 de junio de 2016

La mente en mi...




Acallando las voces de mi ser, me encuentro en el inicio de un camino que lleva al olvido, ese lugar donde todo lo que creí debía ser se desvanece en la niebla. Es un viaje silencioso, donde las exigencias de lo que "debo hacer" pierden fuerza, se diluyen en la distancia. Los ciclos de la vida, que antes parecían tan imponentes, ahora se tornan familiares, casi rutinarios. Los días, que solían estar llenos de expectativas, se vuelven casuales, como si el peso de lo que debía lograr hubiera sido aligerado.

Al acallar esas voces internas, esos murmullos insistentes que dictan lo que se espera de mí, los destinos que creí escritos en piedra comienzan a desvanecerse. Ya no son vividos, se convierten en fantasmas de lo que pudo ser, dejando espacio para lo inesperado, para los caminos no trazados, esos que se deciden en el instante, en el momento en que el corazón, libre de ataduras, toma el control.

La naturaleza de lo cierto, esa que parecía tan inamovible, se revela como un espejismo, una ilusión creada por la mente que buscaba seguridad en lo conocido. La vida, que antes se construía sobre cimientos concretos, se transforma en un baile entre lo tangible y lo etéreo. Los recuerdos, que antes parecían ser la única verdad, ahora se muestran como sombras, reflejos de experiencias no tan vividas, no tan ciertas.

Y en ese proceso, me doy cuenta de que los recuerdos que antes me sostenían ahora me hunden, me arrastran hacia un lugar donde la realidad se impone, mostrándome que ellos no están, que nunca estuvieron en el presente. Son fragmentos de lo que fue, de lo que creí, pero no de lo que es.

Es en ese vacío, en ese silencio, donde finalmente encuentro la libertad. No en la ausencia de acción, sino en la ausencia de deber, de esas voces que intentan moldear mi camino. Ahora, sin ellas, puedo decidir, puedo ser. Y aunque la realidad a veces duela, es en esa crudeza donde se encuentra la verdad más pura, más auténtica.


Por: Juan Camilo Rodriguez Garcia 


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